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MEMORIA & DDHH

Vuelta de Obligado: a 176 años, la misma batalla

El 20 de noviembre de 1845 es un día histórico, todo un punto de inflexión para la nación argentina. Ese día, designado por el Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, el General Lucio Mansilla llevó a cabo la gesta de salirle al cruce a la escuadra anglo-francesa que pretendía entonces establecer un dominio de nuestros ríos interiores mediante la invasión de las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes con sus manufacturas, por encima de los intereses comunes y permanentes del pueblo argentino. “Noventa buques mercantes, veinte de guerra/vienen pechando arriba las aguas nuestras”, decía Miguel Brascó en La Vuelta de Obligado, pieza poética y musical de nuestra cultura que describe ese intento de atropello a la soberanía nacional.

Esa fue la Batalla de Vuelta de Obligado contra franceses e ingleses, las dos flotas navales más poderosas del mundo en ese momento cuyo objetivo era el de imponer por la fuerza el libre tránsito a través del estuario del Río de la Plata hacia el sistema de ríos interiores de sus naves mercantes. Lo que esas potencias colonialistas querían con su agresión militar era aprovechar la todavía incipiente constitución de la nación argentina a menos de tres décadas de su independencia para recolonizar. Con ese libre tránsito pretendido, la revolución industrial de Francia e Inglaterra tendría tanto el acceso a nuevos mercados sin pagar los derechos de importación del caso como el acceso a los recursos naturales del país, esenciales para hacer funcionar su poderoso aparato industrial. Negocio redondo para ellos, saqueo para los argentinos.

De acuerdo con el historiador Felipe Pigna, el problema es que franceses e ingleses se encontraron con un Juan Manuel de Rosas que era una suerte de nacionalista pragmático al que podría parecerle deseable el dominio anglo-francés del comercio, pero no estaba dispuesto a admitir que se apropiasen de un solo palmo del territorio, lo que equivale a decir que no estaba dispuesto a regalar nada en materia de soberanía en el control de los recursos y riquezas de nuestra tierra. Y así es cómo el General Mansilla hace “angostar” el Río con cadenas y, con una fuerza improvisada, a todas luces tecnológicamente inferior, sufre una derrota táctica que se convierte en un triunfo estratégico en el resguardo de los intereses nacionales.

Desde el punto de vista de ingleses y franceses la Batalla de Vuelta de Obligado fue una victoria pírrica porque si bien pudieron cortar las cadenas y forzar finalmente el paso, tuvieron que vencer una resistencia que representaba un costo demasiado alto para la normalidad comercial pretendida por ellos. Si los argentinos se iban a parar de manos frente a todas y cada una de las expediciones coloniales, entonces esas mismas expediciones se volvían económicamente inviables por serlo también militarmente.

En los días de hoy, a 176 años de aquella gesta inmortal, no existe una escuadra naval extranjera intentando forzar el paso aguas arriba hacia nuestros ríos interiores, pero hay amenazas a la soberanía. Los intereses trasnacionales de las corporaciones hacen peligrar el derecho soberano de los argentinos a los beneficios de las riquezas del país. En esas mismas aguas se establece la Hidrovía Paraná/Paraguay, un muy extenso corredor fluvial de más de 3.400 kilómetros que permite la navegación continua entre los puertos de varias provincias argentinas, de Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay, puertas de salida de ingentes riquezas —sobre todo en materia de producción de alimentos— y de entrada para las manufacturas baratas de la masiva industria actual. Hacia el año 1987, los cinco países de la Cuenca del Río de la Plata han declarado de interés prioritario sus tres millones de kilómetros cuadrados, reconociendo aquí una de las reservas hídricas más importantes del mundo.

Es en nuestro país donde el sistema Paraná-Paraguay tiene la mayor densidad de población a las orillas de los ríos y también la más intensa e importante actividad económica, lo que se ve reflejado en el hecho de que por lo menos el 70% del total de las exportaciones argentinas sale por esos puertos fluviales hacia el estuario del Río de la Plata y de allí al mundo. Y no obstante ese portento, los argentinos estamos de espaldas al río en la ignorancia de que quince de los más importantes puertos del sistema en territorio nacional se encuentran bajo el control de aquellas corporaciones multinacionales. La Argentina sangra todos los años por sus ríos viendo pasivamente cómo por ellos pasa la riqueza.

Es necesario emular a Juan Manuel de Rosas en términos de pragmatismo respecto a esas riquezas. Las inversiones productivas de empresas extranjeras pueden ser bienvenidas y pueden colaborar en el desarrollo nacional, pero nada de eso debe ser en desmedro de nuestra soberanía, de nuestro acceso a los beneficios. Cuando revolotea el peligro del contrabando, de la evasión fiscal y del descontrol sobre lo que entra, pero fundamentalmente sobre lo que sale, los argentinos debemos ponernos firmes.

Casi la totalidad de los buques que funcionan en el comercio exterior de la Argentina son de bandera extranjera, los buques oceánicos. Son los que entran y salen por el Canal de Punta Indio y por eso son controlados desde Montevideo, autoridad que ejerce el control del tráfico. Ese es un problema que podría resolverse fácilmente mediante el dragado de nuestro Canal Magdalena para permitir el incremento de la capacidad del Puerto de Ensenada tanto en lo que se refiere a sus servicios portuarios y de astilleros como en la recuperación del control del tráfico del sistema Paraná-Paraguay.

También es fundamental para el ejercicio de nuestra soberanía, para detener el sangrado, el volver a crear una marina mercante fluvial y marítima de bandera argentina, que hoy es inexistente. Solo eso nos permitiría exportar una importante parte de nuestra producción, creando puestos de trabajo para nuestros compatriotas en la reactivación de la producción naval y en todos sus servicios derivados. Eso sin hablar del cuidado del medioambiente, insoslayable en la defensa de nuestra soberanía nacional. Muchos de los buques de bandera foránea desechan sus lastres en aguas fluviales, trayendo fauna no autóctona que afecta nuestra biodiversidad.

La defensa de la soberanía en el sistema Paraná-Paraguay y en toda la Cuenca del Plata en general es un asunto de potenciar los medios existentes que dispone el Estado nacional, empezando por lo que hace a la seguridad mediante el empleo de la Prefectura Naval, delegándole el poder de policía de seguridad de la navegación, de protección del medioambiente y de conservación de los recursos naturales. Y además como policía auxiliar aduanera en el combate eficiente al contrabando y al narcotráfico.

Pero en última instancia la defensa de nuestras aguas fluviales recae sobre la Armada Argentina, cuya misión y tareas derivadas no consisten solo en contribuir a la vigilancia y el control de los espacios fluviales, jurisdiccionales y de interés, conforme a lo establecido por el Poder Ejecutivo Nacional, sino también en la asistencia a la comunidad frente a desastres naturales y antrópicos, como las inundaciones y las epidemias típicas de las zonas ribereñas. El problema es que, para llevar a cabo esas tareas titánicas, nuestra Armada cuenta con un patrullero, dos buques multipropósito y una lancha de patrullaje. En comparación, la Marina de Brasil emplea para funciones similares 14 buques patrulleros (entre ellos la nave de guerra fluvial más potente de América del Sur), tres buques de transporte de efectivos, cuatro buques hospital y dos hidroceanográficos. Hay una enorme desigualdad entre hermanos.

Revertir la situación de la seguridad y la defensa de nuestra soberanía sobre lo que nos pertenece como pueblo es una responsabilidad del Estado, pero comprender la importancia del hecho nos corresponde a todos los argentinos. Solo saldremos de esta situación, que es de despojo sistemático, cuando asumamos que la soberanía nacional es una cuestión que está muy lejos de ser simbólica. En nuestra soberanía está la solución para los problemas económicos, sociales y políticos del país, porque allí están los recursos que nos faltan hoy para organizar nuestra comunidad. Vuelta de Obligado es hoy, siempre es hoy.

La tribuna de Rosas

Publicado en lanuevacomuna.com

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