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Telegram, Musk y la ciberguerra

La conflictividad global se ve impulsada por factores económicos, comerciales y militares, en los que las plataformas digitales, las redes sociales, la Inteligencia Artificial (IA), los satélites y los cables submarinos de fibra óptica juegan un papel crucial en la definición de los espacios soberanos, el espionaje y la capacidad de influir, condicionar y determinar las percepciones y comportamientos sociales.

Los expertos militares se refieren a la infraestructura que sostiene Internet como C4ISR, un acrónimo que abarca las actividades de comando, control, comunicaciones, inteligencia, vigilancia y reconocimiento. La geopolítica actual está intrínsecamente ligada a la disponibilidad de información y la capacidad de manipulación dentro de la ciberesfera. Esta realidad ha llevado a la expansión de los roles operativos de las fuerzas armadas, incorporando la ciberdefensa junto al ejército, la marina y la fuerza aérea.

La detención de Pavel Durov, fundador y CEO de la red social Telegram, se enmarca en la lucha por el control de esta dimensión cada vez más crucial del poder global. Su origen se relaciona, por un lado, con el conflicto en curso entre los 32 países de la OTAN y la Federación Rusa. Por otro lado, se debe a la capacidad de Telegram para eludir los mecanismos de inteligencia del G7. La plataforma, fundada por Durov en 2013, cuenta actualmente con mil millones de usuarios y un sistema de mensajería encriptada que ha resistido los intentos de penetración de la OTAN, apoyado por múltiples protocolos criptográficos que su equipo ha decidido no compartir.

El caso de Durov forma parte de la ofensiva occidental destinada a limitar la independencia y autonomía de lo que no pueden controlar. Los precedentes de Julian Assange (WikiLeaks), el analista Edward Snowden (refugiado en la Federación Rusa tras revelar documentos de inteligencia) y Meng Wanzhou, ejecutiva de Huawei detenida en Canadá durante más de dos años, demuestran el descontento de quienes no aceptan la diversidad de dispositivos, plataformas y redes fuera de su control.

Durov fue acusado por el Centro de Lucha contra la Delincuencia Digital (C3N) y la Oficina Nacional de Lucha contra el Fraude (ONAF) por no moderar el contenido en su plataforma. La imputación judicial incluye cargos de «complicidad en la administración de una plataforma en línea que permite transacciones ilícitas en banda organizada». Además, se le acusa de negarse a cooperar con las autoridades en las interceptaciones autorizadas por la legislación francesa. En resumen, la acusación está vinculada a la negativa de Durov a violar la confidencialidad prometida a los usuarios de la plataforma.

Aunque Durov fue liberado bajo supervisión judicial y se le prohibió abandonar el país, sus defensores sugieren que podría evitar ser procesado si colaborara con las autoridades de inteligencia y accediera a compartir los códigos criptográficos necesarios para acceder a los mensajes privados, especialmente aquellos relacionados con el conflicto entre la OTAN y Moscú. Telegram se ha convertido en una fuente clave de información y es utilizada por las fuerzas rusas para difundir posicionamientos y videos de batallas que desmoralizan a los combatientes en Kiev. En esta aplicación se libra una «batalla virtual», utilizada para la geolocalización de tropas y la organización de comandos por analistas rusos agrupados en el canal de Telegram llamado Rybar.

Antes de llegar al aeropuerto de París-Le Bourget desde Azerbaiyán, Durov pasó dos días en Bakú, donde también estuvo Vladimir Putin. Los servicios de inteligencia de la OTAN insinuaron que el CEO de Telegram se había reunido con el líder ruso, aunque el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, negó que hubiera habido contacto entre ambos. Tras la detención, Moscú acusó a Emmanuel Macron—aliado de Volodymir Zelensky—de intentar «intimidar» a Durov para obtener el control de las claves de la red social. Tatiana Moskalkova, Defensora del Pueblo de Rusia, acusó a París de detener a Durov con la intención de cerrar la plataforma para desviar la información hacia redes donde la OTAN tiene capacidad de interferencia.

El tema central de esta disputa, que tiene a Telegram como uno de sus ejes, es la soberanía. El globalismo de la OTAN intenta imponer su lógica de doble rasero: aquello que no puede controlar se considera ilegal, peligroso o subversivo. Sin embargo, si un país fuera de su órbita de vigilancia busca controlar su propia constelación de C4ISR, inmediatamente es acusado de complicidad con el terrorismo internacional. En años recientes, Turquía ha exigido que las redes sociales tengan ejecutivos locales en el país, una demanda rechazada por las grandes plataformas.

El pasado 17 de agosto, Elon Musk anunció que X cerraría sus oficinas en São Paulo debido a la exigencia del juez de la Corte Suprema, Alexandre de Moraes, de nombrar un representante legal en el país. El plazo para cumplir con esta exigencia, que afecta al socio político de Donald Trump, venció el jueves pasado, y el viernes el juez ordenó la suspensión inmediata de la red social en Brasil. Las ciber-batallas, centradas en la competencia por el control cognitivo, serán un factor clave en la conflictividad global de las próximas décadas.

Con información de Página 12

Publicado en lanuevacomuna.com

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