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Rusofobia y censura civilizada: YouTube eliminó Rusia TV y el canal “Ahí les va” de Inna Afinogenova en Latinoamérica.

En el día de hoy YouTube, la multinacional de origen estadounidense adquirida por Google, eliminó de su plataforma para Latinoamérica tanto el canal Rusia TV como el muy difundido programa “Ahí les Va” de la periodista rusa Inna Afinogenova. Crece la censura y la rusofobia a niveles y sitios impensados, sin respuesta alguna de las voces de la libertad, en medio de la batalla “cognitiva”.

Quizás haya que partir de dos puntos básicos: las redes sociales no son espacios públicos de debate o intercambio, son empresas privadas con fines (no solo) de lucro; y las democracias occidentales, modelos ejemplares del mundo libre, no son democráticas, ejemplares, ni libres.

A partir de la invasión a Ucrania -último capítulo de un largo conflicto cuya historia convenientemente es también silenciada, olvidada o minimizada- Estados, empresas e instituciones del “mundo libre” han impuesto todo tipo de sanciones y censuras a Rusia. Dejando aquí cuestiones económicas, como el bloqueo al sistema financiero Swift, la bota de silencio cayó primero sobre canales, portales, redes y periodistas. RT fue eliminado de las principales plataformas de Europa ni bien comenzado el avance ruso. Twitter, precavido, ya había implementado la curiosa etiqueta de “Medios afiliados al gobierno, Rusia” para algunos perfiles, etiqueta que brilla por su ausencia para otros países. Luego dio un paso más y colocó la etiqueta a individuos, a perfiles personales, a la vez que llanamente eliminaba algunos otros. Finalmente, en el día de ayer, Facebook permitió la publicación de imágenes y mensajes violentos si es dirigido hacia rusos: https://www.reuters.com/world/europe/exclusive-facebook-instagram-temporarily-allow-calls-violence-against-russians-2022-03-10/

Pero el paso a la rusofobia evidente se dio con sectores que nada tiene que ver siquiera ya con la información: músicos, orquestas completas, bailarines, deportistas fueron impedidos de continuar sus actividades. La Federación Internacional de Fútbol Asociado, aquella contra la que el pibe de Fiorito clamó en soledad, eliminó a Rusia del mundial; sí, al último organizador. No solo la FIFA jamás había aplicado esta medida a países que cometieron crímenes de Estado, arrojaron bombas nucleares sobre ciudades borrando toda vida de su faz, o invadieron a su antojo cuánta otredad comunista, musulmana, terrorista, narcotraficante o cualquier otra etiqueta le sea impuesta y disponga de recursos naturales o beneficios geopolíticos; incluso, lo sabemos, organizó un mundial en un país del sur que vivía una dictadura genocida que torturaba y asesinaba a pocas cuadras de los estadios.

Inna Afinogenova publicó hoy en Twitter: “YouTube eliminó el canal de Ahí Les Va. Más de un millón de suscriptores y más de dos años de vida y de trabajo de varias personas. A la papelera”. Quienes conocen su canal, quienes lo siguen hace tiempo, saben de la rigurosidad y utilidad de la mayoría de su información incluso para esta misma guerra. Quisiera aquí colocar el link del video “Las líneas rojas de Rusia” como un ejemplo de cómo este conflicto fue abordado y explicado en su historicidad antes del capítulo final, pero no puedo, la censuraron.

Que en nombre de la civilización, la democracia, la salud de las instituciones, el progreso y demás categorías bienpensantes se comentan exactamente los actos contrarios no implica demasiada novedad. Pero los niveles alcanzados en este conflicto sorprenden por sus alturas y, principalmente, por su nula repercusión. La censura avanza sin contención ni muralla, sin queja alguna, las doble varas cunden, los rostros de los paladines de la libertad lucen empedrados, la Asociación Interamericana de Prensa, siempre atenta a cualquier individuo de otredad que insinúe cuestionar el rol de los medios, juega al avestruz. Y nada sucede. O sí.

Sucede que la sutileza de esta batalla en el plano mediático es muy difícil de comprender. Podría aquí poner también un video de Inna que habla sobre la “guerra cognitiva”, pero no puedo, la censuraron.

Detengámonos en su magnitud un instante: supóngase usted sentado en su sillón, en un barrio residencial, accediendo a medios, redes y plataformas. Tomemos 10 manzanas a su alrededor y 300 habitantes del total ¿cómo puede estar conformada esta muestra? Habrá entre esos 300 x cantidad de católicos, de ateos, de militantes políticos, de evangélicos, de hinchas fanáticos, de mediano poder de consumo, de bajo, de nulo, de muchos parientes, antisociales, lectores, consumidores problemáticos, niñas, ancianos, heterosexuales o no, etc. Bien, esa información puede saberse con precisión casi absoluta, bastan las geolocalizaciones de Google, los me gusta de Facebook, las historias de Instagram, el uso de mercado pago o de tarjetas de crédito, los retweeteos, las búsquedas de Google, los consumos del propio YouTube. Cuánto hay de cada quién y de cada qué. Ahora pase esos 300 habitantes a 7 mil millones y sí, también se sabe con casi absoluta exactitud. La operacionalización de ese saber, la dirección hacia tal o cual consumo de, en este caso, información, es quirúrgica e increíblemente efectiva. Esta es la guerra de la Big Data, y no tenemos escudos.

Y sucede también, incómodo es decirlo, y al cerrar, que las estrategias cognitivas y la información absoluta de la Big Data penetra también en aquellos que, se supone, lo suponen, están preparados e informados para que no suceda. La rusofobia desatada ha ido tendiendo a revertir análisis de periodistas y organizaciones del espectro de la izquierda y la intelectualidad hacia la versión occidental del asunto. Se empoderan, quizás, las teorías del discurso. La Ciencia Social también está desnuda, su talón de Aquiles –la falta de datos- ha desaparecido. Necesitamos al Marx del siglo XXI.

Tramas

Publicado en lanuevacomuna.com

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