Un nuevo municipio, la única salida
Otro 3 de agosto, otro año más de la celebración de la existencia de un pueblo con las alforjas llenas de promesas, frustraciones y necesidades.
Quequén tiene un presente poderoso: es la base de un puerto altamente operativo por su rápida salida al mar, a partir del cual se desarrolla la actividad agroexportadora (principalmente cereales), pilar de la economía de la región en un 78 % según datos de la Universidad del Centro. Argentina distribuye alimentos al mundo y en un importante porcentaje sale por Puerto Quequén.
¿Y el futuro? El futuro es prometedor hasta lo inimaginable: hace unos meses atrás un alto funcionario provincial (Jorge Otharán, Subsecretario de Actividades Portuarias) advirtió que Puerto Quequén (junto con Bahía Blanca) podría llegar a ser una de las salidas del gas y el petróleo de los yacimientos de Vaca Muerta dentro de unos años. A este futuro, habría que agregarle la posibilidad de desarrollo de la industria del biodiesel, de la industria pesquera, del turismo, y varios etcéteras más. Quequén está hambriento de futuro.
Pero Quequén también está hambriento de presente. Al panorama anterior, hay que restarle el enorme déficit social que no solamente habita en los barrios y urbanizaciones, sino también en las márgenes con la zona rural. La exclusión es la moneda corriente y habla el idioma de la pobreza, de la falta de trabajo y de oportunidades, palabras que hacen mella en una sociedad que quiere pero no puede salir adelante.
Todo ocurre en un entorno nocivo para la vida de las personas: los quequenenses tienen que soportar desde siempre que las cloacas y desechos industriales de la ciudad de Necochea y Quequén desemboquen a mar abierto, sin ningún tipo de tratamiento, en Punta Carballido.
En Quequén, los contrastes están a la orden del día. Más de cien empresas de acopios de cereales conviven, como vecinos, con la gente, en un total desorden territorial y desamparo ambiental. Al maravilloso espectáculo natural del océano, se le opone la toxicidad el mismo ser humano, con una polución descarada y sin límites. Los millones y millones de dólares que ingresan al país por exportaciones son una realidad que humilla cuando decenas y decenas de quequenenses tienen como actividad laboral diaria barrer los granos que se les caen a los camiones en las calles. Esos mismos camiones repletos de cereales son los que chapalean en el barro de las calles destruidas, rodeados de chicos descalzos de las casas más pobres de los barrios más pobres que también chapalean en el barro de las calles destruidas. Y así se podría seguir y seguir.
Quequén hoy son 20 mil habitantes que sobreviven como kelpers en un distrito del que forman parte a la fuerza. El decreto de la dictadura militar que mandó a Quequén a cortarlo en dos (cercenó su área rural) aún no ha tenido reparación en democracia. Desde 1979, la Identidad de este pueblo está herida.
Más que nunca, si Quequén se pudiera gobernar por si mismo… otra sería la realidad. Quequén merece tener esa oportunidad. El pueblo de Quequén merece ejercer su derecho de autodeterminación.
Alfredo Barros / LANUEVACOMUNA.COM