Fosfina: un veneno que está entre nosotros
El Phostoxin, o sulfuro de aluminio, es un agroquímico comúnmente utilizado para fumigar las cargas de cereales sobre los camiones. El método consiste en arrojar cuatro pastillas de producto por cada una de las cuatro boquillas que tiene el camión, más otras seis boquillas del acoplado y un calador especial que permite colocarlas en el piso de la carga. Por esta razón, la intoxicación con Phostoxin es conocida como un mal frecuente entre los trabajadores transportistas.
Las empresas esparcen Phostoxin sobre la carga del camión para matar los insectos y mejorar así la mercadería antes de ser entregada a las agroexportadoras. El contacto del Phostoxin con la humedad natural del ambiente produce fosfina, un veneno altamente tóxico. La fosfina es un gas incoloro e inflamable, que explota a temperatura ambiente y que es usualmente utilizada como plaguicida en granos almacenados.
En bajos niveles de exposición, la fosfina puede causar dolor del diafragma, náusea y vómitos. Sin embargo, la exposición a niveles más altos puede producir debilidad, bronquitis, edema pulmonar, falta de aliento, convulsiones y hasta la muerte. Diversos gremios de trabajadores del transporte y organizaciones ambientalistas han alertado, durante los últimos años, sobre las consecuencias de este peligroso agroquímico, exigiendo que se prohíba definitivamente su utilización.
El uso de fosfina está prohibido en nuestro país, pero la normativa vigente es «obsoleta». Aunque la Resolución 456/09 del Ministerio de Salud impide su «producción, importación, comercialización y/o uso», basándose en prohibiciones de países como Bélgica, Belice, China y Japón, las pastillas de fosfuro de aluminio continúan vendiéndose libremente, por unos pocos pesos y sin receta.Al parecer, el poder de las multinacionales en nuestra región ha logrado establecer un pacto de silencio en torno a los perjuicios que el Phostoxin produce en la salud de los seres humanos expuestos a este producto.