“¿Por qué el Estado debe hacerse cargo de la gente que fracasó en sus vidas?”
Ayer, en la reunión de la multisectorial por la educación pública de la Ciudad de Buenos Aires, una compañera decía que había escuchado a la Ministra de Educación, Soledad Acuña, decirle esto a un periodista que le preguntaba sobre el cierre de las escuelas nocturnas en la que cursan adolescentes de 15, 16 y 17 años que no pudieron finalizar sus estudios en las secundarias comunes…
Me cuesta creer que la ministra haya dicho esto realmente. Sin embargo, no me cuesta tanto imaginar que es lo que realmente piensan muchos de los que forman sus equipos y también ella misma.
En todo caso, muchas de las decisiones que están tomando claramente expresan esa manera de pensar. Son sus políticas las que no sólo dicen sino gritan ese mensaje. Los pibes y las pibas más pobres, que han sido más duramente golpeados por condiciones durísimas en sus vidas, son para ellos los auténticos responsables de su mismo fracaso. Es la “otra cara” oscura de la famosa meritocracia. La que debe avergonzarnos de solo pensarla.
Los que defendemos empedernidamente el derecho a la educación sabemos que se trata de un derecho de todas las personas y de cada persona a lo largo de toda la vida. Entendemos que al señalar desde el Estado la obligación de que todos lxs adolescentes puedan estudiar el secundario, debe garantizar los medios, espacios y formatos para que esta “obligación” sea realmente entendida desde la perspectiva de los derechos. Entonces, sabiendo que cada adolescente transita por una trayectoria educativa propia, el sistema educativo debe organizarse para que esas trayectorias diferentes y personales alcancen finales exitosos en términos de aprendizaje y logros de una educación de calidad.
Los formatos comunes estarán mejor adaptados a las realidades más generales de la población adolescente. Pero se requieren formatos especiales para las situaciones que demandan una atención más diversificada y específica. Por eso es que se organiza y diseña la educación hospitalaria, la educación para jóvenes en situación de conflicto con la ley o de encierro, la educación rural…
La situación de los adolescentes que han debido dejar la escuela secundaria común, es una de estas situaciones particulares que merecen una atención especial. Garantizar el derecho a la educación de estos pibes y pibas debe ser visto y sentido, no sólo como una obligación, sino como un desafío a nuestro mismo sentido de ciudadanía y humanidad. Allí deberían estar los mejores docentes, los mejores directivos y disponerse los mejores recursos didácticos y pedagógicos para alcanzar el objetivo.
Es realmente ridículo evaluar la pertinencia de este propuesta educativa desde la proporcionalidad estudiante/aula de escuelas de formato común. Es obvio que hablamos de otros requerimientos y necesidades.
Es casi una burla a la inteligencia pedagógica pretender que jóvenes que deciden seguir estudiando con estos formatos y con mucho esfuerzo, deban ser vistos como si fueran otros jóvenes que tienen en sus vidas condiciones sensiblemente más favorables.
Lo que tenemos que analizar de la mejor manera posible es si dichos formatos están siendo realmente eficaces para los procesos educativos de estos jóvenes y si les permiten retomar estudios y certificar su escuela secundaria luego de haber aprendido lo que se requiere que aprendan. De no ser así, lo que debemos hacer es mejorar la propuesta, no suprimirla
Cerrar las escuelas, de manera brutal o de manera progresiva, es la peor decisión y atenta contra cualquier argumento que se esgrima en favor de la educación.
Podemos hacer mucho para encontrar la mejor manera de mejorar las propuestas pedagógicas. Pero una de las “claves” es escuchar a los protagonistas. Y escucharlos “en serio” y no en los “como si” que tantas veces se practican para justificar la imposición de las propias ideas. Afortunadamente, en estas escuelas hay muchos directivos y docentes comprometidos y bien intencionados que pueden darnos las pistas del camino correcto a recorrer. Claro que, si no estamos dispuestos a valorar la trayectoria y el esfuerzo de estos jóvenes y a fortalecer la inversión educativa que se requiere, cualquier escucha irá condenada al fracaso o, peor, a la manipulación.
En todo caso, no resulta muy promisoria una política educativa que dispone cerrar cursos en estas escuelas nocturnas para adolescentes, cuando desde el mismo gobierno se vuelve a insistir en la trasnochada idea de imputar a los adolescentes de 15 años para que puedan recibir condenas como las reciben los adultos.
¿Cómo puede un gobierno que quita todas las herramientas y programas que podían servir a las organizaciones sociales y a las escuelas para trabajar con adolescentes en riesgo de ser atrapados por las telarañas del delito, indicar cuáles son los mejores caminos para tratar a los adolescentes que caen en ellas?
Se cierran los Centros de actividades juveniles, se cortan becas, se cierran orquestas, se suprimen gabinetes escolares, se anulan los proyectos de fortalecimiento de organizaciones sociales que trabajan con pibes y pibas… Si lo hacen, no pueden venir a hablarnos de cómo se debe trabajar con los adolescentes que están al borde de la zanja…
“Tizas no Tassers”, decía un compañero, cuando se refería a la licitación de armas eléctricas que quería efectuar el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para su polícía.
Las Tizas implican creer hasta lo increíble, que un pibe o una piba tendrán oportunidades a partir de que la educación les permita abrirse camino en una vida difícil, intentando derribar la condena a la que la pobreza los arrincona e intenta someter.
«POR QUÉ EL ESTADO DEBE HACERSE CARGO DE LA GENTE QUE FRACASÓ EN SUS VIDAS» habría dicho a un periodista Soledad Acuña, Ministra de Educación de CABA en reunión con los representantes de docentes. ¿Quién puede votar estos soretes?https://t.co/Im1Y6TAzY5— Jorge LI (@mundofloresta) 10 de enero de 2019
Las Tizas implican confiar en que el futuro de esos pibes y pibas no está sellado y que la idea del fracaso que algunos anticipan, no está echada ni definida mientras esté abierta la ventana de la escuela para ellos.
Las Tizas implican arrebatarle a la muerte a estos pibes y pibas que merecen vivir y vivir en plenitud.
Pero… ¿Cómo hacemos para que esto sea comprendido por aquellos que sólo hablan de la seguridad en términos de cuidado de cosas, que se pavonean delante de los funcionarios de los organismos internacionales y se avergüenzan de nuestrxs jóvenes, que engañan a sus propios hijxs con tal de volverlos continuadores de sus propios principios egoístas y mafiosos…?
Los desafíos de lxs “militantes o viditantes de las tizas” no están solo en las escuelas de los barrios. Hoy deben estar en todas las escuelas, Es necesario y urgente descubrir que, finalmente, el derecho a la educación se está transformando cada vez más en la última oportunidad que tienen los pueblos para sostener con fundamentos sus esperanzas y su dignidad.
ALBERTO CESAR CROCE
PUBLICADO EN LANUEVACOMUNA.COM