Estamos acostumbrados y acostumbradas…
En cada previa electoral existen encuentros y desencuentros, corrimientos y acercamientos, alianzas que se rompen y pactos que, por el contrario, se tejen como novedosos, operaciones políticas y, por qué no, mediáticas, que realzan figuras y desaparecen otras. Todo un espectáculo que gira sobre individualidades y sentidos pragmáticos.
“Fulano de tal se fue a [inserte aquí espacio político]”, “mengana plantea posible alianza con fulano”, “fulano se propone como precandidato de…”, “fulano y mengana, cada vez más cerca”… o cada vez más lejos, quién sabe. Todo puede pasar en la antesala electoral. Tanto que muchas veces entre idas y vueltas terminamos por no saber dónde está cada quién.
Los titulares redundan en nombres propios, y nuestros representantes políticos en argumentos que se vuelcan al pragmatismo: “si no hacemos alianza con el PRO, gana el PJ”, sentenció recientemente la diputada Elisa Carrió, refiriéndose al destino del Frente Amplio UNEN. Las palabras de la diputada ubican a la contienda electoral como una mera sumatoria de votos.
Ernesto Sanz, de la UCR, se sumó: «cuando a mí me dicen Macri-Sanz, yo les digo: ¿por qué no Sanz-Macri?, yo quiero liderar y ser presidente», afirmó el senador nacional. De vuelta, el personalismo reinante nos tapa el sol.
Pero en el medio de este caos naciente propio de cualquier escena pre-electoral, aparece el debate que se esconde detrás de todo nombre propio, de toda alianza, de todo encuentro y desencuentro: el debate sobre el sentido de un proyecto político.
Tímidamente se asoman conceptos tales como “identidad”, “unidad programática”, “planificación” y “acuerdos estratégicos”. Frente al “no creo en la ideologías”, de Lilita, Stolbizer sentencia: “UNEN es un frente de centroizquierda”.
Ni pragmatismo ni personalismo. La diputada y dirigente del GEN nos ubica en el otro lado de la discusión: ¿cuál es el sentido de UNEN en tanto proyecto político? Frente a lo cual cabría preguntarse también: ¿es UNEN un proyecto político?
Los lectores, que vendríamos a ser a grandes rasgos los mismos que pertenecemos a la categoría de “los votantes”, deberíamos hacer de vez en cuando el ejercicio de desacostumbrarnos. Abstraernos del slogan, de la canción, de la foto, de las caras y los nombres, dejar de mendigar primicias y cuestionarnos acerca de los proyectos políticos y su sentido estratégico o a largo plazo.
Nadie nunca va a responder con certeza si viene primero el huevo y luego la gallina. Si es nuestra clase política la que nos acostumbra o somos nosotros los que la acostumbramos a ella. Pero, sin dudas, vale la pena hacer el esfuerzo de exigirles que debatan en la medida y la profundidad que el destino de nuestro país necesita.
Por miedo a ser críptica, me dispongo a ser tajante. Hay izquierdas y derechas. También hay centro-izquierdas y centro-derechas, y por supuesto nunca faltan la izquierda y la derecha radicales (o radicalizadas, para no confundir a nadie de la UCR). ¿Por qué? Porque detrás de un proyecto político existen, como dijimos, las discusiones sobre su sentido, transformador o conservador según el caso. Y ahí comienza la enorme trama de matices ideológicos que pintan el cuadro de la historia de la política argentina.
Saltado este paso, vamos a lo que nos compete.
“Scioli es una necesidad de la historia”, dijo el concejal Ricardo Calcabrini en el acto de lanzamiento de su precandidatura para intendente de nuestro distrito por el espacio del sciolismo. Asertivo el concejal. Resumió, en una sola frase, toda la densidad del debate.
Soy de las que creen que la historia se escribe todos los días y reniega de los grandes relatos, pero también sé que hay momentos que marcan a fuego la historia de un país y son determinantes, a pesar de que siempre haya un antes y un después que los sostengan y los justifiquen.
Sabemos que las elecciones de 2015 no son sólo un trámite más en la lista de ejercicio de nuestros derechos civiles. Sabemos que Cristina Fernández de Kirchner no puede ir a una segunda reelección y entendemos, por tanto, que algo va a cambiar. Y, por supuesto, no hablamos sólo del nombre y apellido de nuestro/a presidente/a.
Si la opción que gane en el 2015 viene de fuera del kirchnerismo, cambiará el proyecto político que dirija nuestro país. Si viene de las propias filas del oficialismo, en cambio, cambiará el sentido del proyecto político que actualmente gobierna en la Argentina. Algo va a cambiar, de una u otra manera.
Acá es donde hay que afinar la lupa. Nadie se atrevería a decir que Solanas, Carrió y Stolbizer “son todos lo mismo”, a pesar de la frase doñarosista tan enquistada en nuestro sentido común. Y de la misma manera, no todo es lo mismo dentro del kirchnerismo.
A los argentinos nos encantan las dicotomías: “Patria o Buitres” fue la consigna bajo la cual diversas organizaciones del arco político kirchnerista convocaron a un acto en el Luna Park el pasado Martes 12 de Agosto.
Dicho acto, que contó con la presencia de más de 10 mil militantes provenientes de distintas organizaciones del kirchnerismo no pejotista, fue más que una convocatoria en apoyo al gobierno en su cruzada con los “fondos buitres”. Constituyó una demostración de fuerzas, un mensaje en el que las fuerzas políticas encolumnadas en Convocatoria Popular, Proyecto Nacional y Unidos y Organizados quisieron dejar en claro que el proyecto nacional tiene sustento fuera del PJ.
A la misma hora pero en otro lugar estaba el gobernador bonaerense Daniel Scioli, que no fue invitado al acto y decidió realizar uno por su cuenta. Tampoco fue invitado el Ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo El que sí lo fue pero no pudo acudir a la cita fue el Ministro de Economía, Axel Kicillof.
Frente al público del Luna Park, Gabriel Mariotto sentenció: “lo que está en juego es la continuidad de un proyecto popular y democrático».
A ninguno de los que estaban en el histórico predio le importó que Scioli midiera más en las encuestas, o que Randazzo haya declarado recientemente que él es el candidato que “Cristina quiere”. No les importó porque lo que estaban poniendo sobre la mesa era la disputa sobre el sentido que después de 2015 va a adquirir el proyecto kirchnerista, más allá de cualquier pragmatismo o personalismo.
No es el objetivo de esta nota distinguir dónde se ubica el sentido transformador y dónde el conservador en esta disputa. No voy a afirmar que “Scioli es una necesidad de la historia”, pero estoy convencida de que la historia tiene una necesidad, y nos invita a prestar atención.
Johanna Radusky / LANUEVACOMUNA.COM