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OPINION: EL AÑO QUE VIENE THIAGO PROMETE A LA BANDERA por MARA PEREZ



El año que viene Thiago promete a la bandera. 

Hace unos días, Thiago, de ocho años, se desvaneció en el patio de la Escuela durante un recreo. Hubo que llamar a emergencias y a los padres.
El médico diagnosticó lo que más duele: hambre. Su debilidad, su hipotensión, su falta de interés y su somnolencia no dejaban lugar a dudas. Cuando llegó Mercedes, la madre, nos contó: hasta hace un par de meses, ella cuidaba los hijos de Marcela, que tenía un mercadito familiar en el barrio. Marcela tuvo que cerrar porque las ventas cayeron estrepitosamente. No pudo aguantarlo y tuvo que bajar las persianas. Mercedes quedó sin trabajo.
Con la asignación ya no alcanza para darle de comer a los tres pibes como lo necesitan. Fideos y polenta. A veces, arroz, pero no todos los días, sólo cuando hay. Mercedes cuenta con los ojos llorosos que ya no sabe qué inventar. Que ya no hay para la garrafa, que no puede cargar plata en el medidor prepago.
Para colmo, al padre de los chicos hace una semana lo dejaron cesante de la obra en la que trabajaba. La construcción cayó a niveles históricos y él fue el primero en caer, junto a dos compañeros. Mercedes cuenta que ese día, su marido lloró. Dice que los pibes nunca lo habían visto llorar. Y que salió de su casa y volvió con una caja de vino. Él no es de tomar, así que ni bien se lo terminó, comenzó una discusión, hubo gritos, llantos y hasta empujones. Los chicos miraban y lloraban.
Mercedes ya no sabía qué hacer. Por suerte todo terminó pronto, eso de no estar acostumbrado al alcohol parece que jugó a favor y se durmió.
Estuvo días buscando algo hasta que consiguió una changuita: limpiar un patio por cien mangos. Compró leche y pan. Mercedes se enorgullece porque el padre de sus hijos pensó en los chicos. Pero dice que no tiene esperanzas, que ha perdido todas las expectativas de que algo mejore.
Thiago es el mayor y a su corta edad, siente esa necesidad de colaborar con la familia. Ahora Mercedes entiende que esos dolores de panza no eran verdaderos, sólo pretendía que sus hermanitos tuvieran algo más para comer.
Ese día, el cuerpito de Thiago no se lo bancó y pasó factura. Se recuperó enseguida, con un buen tazón de leche y pan con dulce. Pero en su mirada se nota que no está todo bien. Que le duele la realidad. Que se siente responsable. Que algo está mal. Que no es justo. Esa mirada de tristeza no se recupera todavía.
Duele porque se te clava, porque es de angustia, de desazón. Duele porque somos adultos y no nos bancamos que los pibes tengan que pasar por esto.
El año que viene Thiago promete a la bandera.
Que alguien le explique a Thiago que la política no tiene nada que ver con su dolor.

* Mara Perez es Trabajadora Social, docente y fue Consejera Escolar de Necochea (2011-2015).

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