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ACTUALIDAD, LA ERA MILEI

Milei frente al nuevo gigante invertebrado

Ante la inacción de la CGT, los estudiantes se empezaron a despertar ante una avanzada de un gobierno de ultraderecha que alienta la violencia, algo inédito en democracia. ¿Se está armando algo gordo, como fue la 125 en el gobierno de Cristina? El periodista Marcelo Falak compara la sociedad argentina con una «rana en una olla», que no se da cuenta de cómo es lentamente cocinada en una deriva autoritaria, advirtiendo sobre los riesgos de este contexto político.

¿Un «negocio» de Milei o una «125» 2.0?

El conflicto desatado por el ahogo financiero que el Gobierno les impone las universidades nacionales y a sus trabajadores docentes y no docentes se agrava con nuevas protestas, asambleas y tomas en todo el país, incluso en facultades que nunca habían registrado una actividad militante de semejante magnitud. A la respuesta del estudiantado y ante el dolce far niente de la CGT, la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) sumó la decisión de realizar mañana un paro universitario y uno nacional de 36 horas de todo el sector a partir del mediodía del martes 29. ¿Hasta dónde llegará la escalada, cuyo potencial hace pensar a los más atrevidos en una segunda «125» acaso sin recuperación?John William Cooke decía que el peronismo era «un gigante invertebrado». Por motivos seguramente diferentes, la expresión podría aplicarse al vasto movimiento de protesta estudiantil y docente que hoy enfrenta a Javier Milei.El estudiantado está compuesto por sectores políticos muy diversos, así como por un tronco acaso mayoritario de independientes o no encuadrados. En tanto, el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), que nuclea a las autoridades de 70 casas de altos estudios, se encuentra dividido en dos grupos, uno peronista y otro filorradical, que pueden encontrar «unidad en la acción», pero difícilmente coincidencias de largo aliento. ¿Cómo podría seguir, en esas condiciones, la pulseada con el gobierno de ultraderecha, cuyo objetivo final –claramente sugerido, aunque negado de boquilla– sería la provincialización sin recursos de las universidades y un consiguiente e inevitable arancelamiento?

Historia en progreso

Mucho no debería preocuparle al presidente anarcocapitalista-minarquista que las facultades estén en pie de guerra. Al contrario, su permanente apelación al caos como forma de disciplinamiento no sufriría por las alteraciones que podrían sufrir las cursadas. Eso, además, tributaría a sus propósitos de definirlas como ingobernables y de aplicar el «principio de revelación» a quienes ya define como conspiradores que intentan desestabilizarlo. Desestabilizadores –advirtió recientemente en un reposteo de constitutivo de la apología del delito y olímpicamente ignorado por sus amigos «republicanos»– que quedan avisados de no llorar en el futuro «derechos humanos y lesa humanidad».

Sin embargo, es curioso que una administración que se caracteriza más por jugar al pelotazo que por el tiki-tiki no imagine qué puede pasar en la segunda pelota. El conflicto universitario es desgastante para sus propios protagonistas, pero activa a una militancia que hasta el momento venía funcionando más a gas que a nafta.Más importante todavía, no moviliza solamente a los «zurdos» que desde hace años Milei jura aplastar, sino que produce en su contra una amplia alianza social, compuesta por cientos de  miles de familias en todo el país, no solamente, pero en buena medida de clase media, las que se angustian por el modo en que el poder les escamotea el futuro a sus hijos.No por nada el Gobierno nacional delega en la Policía de la Ciudad de Buenos Aires y en las de las provincias afectadas por el conflicto la tarea de impedir los cortes de calle que generan las clases públicas de protesta. Patricia Bullrich Luro Pueyrredón sabe que garpa más reprimir a piqueteros pobres que a personas con llegada potente a los principales medios de comunicación.Nuevamente: ¿cómo sigue la crisis? Imposible determinarlo hoy. La historia, más contingente que lo que nos gusta pensar, está en pleno desarrollo.

Un caramelo envenenado

Milei jura que «vamos a resistir todo lo que haya que resistir» para derrotar a los rectores «delincuentes». En paralelo, mandó al procurador del Tesoro, Rodolfo Barra, a dictaminar que desde ahora sea la Sindicatura General de la Nación (SGN) la encargada de auditar a las universidades nacionales. Esto implicaría el involucramiento del Poder Ejecutivo en esas tareas, que hasta ahora estaban a cargo de la Auditoría General de la Nación (AGN), integrada por el Congreso. Se trata de un caramelo envenenado que busca acorralar a las autoridades universitarias ante el dilema de aceptar la lupa del gobierno que quiere barrerlas o pagar el costo de resistir ese escrutinio sesgado.

Indicios de inquietud

Con todo, el Presidente sabe que no tiene la sartén por el mango. No por nada acudió ayer temprano a un estudio de televisión en su segundo hogar para asegurar que «la universidad va a seguir siendo pública y no arancelada».Algo falla –desde hace tiempo y cada vez más notoriamente– en la narrativa oficial, crecientemente descalzada de la realidad. Asegurar la gratuidad de la educación superior no se compadece con otros dichos del jefe de Estado ni con la catarata de posteos encargados a sus funcionarios acerca del presunto carácter prorrico de las universidades, argumento ampliamente ridiculizado por los datos duros y la propia percepción social.

¿En qué quedamos? ¿La educación superior es una jactancia para ricos sostenida por los pobres o no? ¿El problema pasa porque es un «obstáculo para la movilidad social» o por los «curros» que denuncia mientras prepara su próximo viaje al Reino Unido para conocer a Mick Jagger, se divierte con el colonialista Boris Johnson y manda recortar su papada en fotos que no reparan en el reflejo que se produce en el vidrio de la mesa?

Las preguntas por la violencia

Desde sus tiempos de panelista en América, Milei ha derrochado violencia y desprecio por la convivencia democrática. Siempre lo hizo y, de modo poco sorprendente, esa agresividad comienza a bajar de la televisión y las redes sociales a la calle. Como escribió Juan Rezzano en Letra P, la violencia es toda suya.Ese problema se instaló con fuerza en los últimos días en medios de todas las tendencias y recibió definiciones diversas. ¿Está bien o está mal que un grupo de manifestantes pro universidad pública haya corrido y golpeado al youtuber de ultraderecha Franco Antúnez, conocido como «Fran Fijap»?, se cuestionó por ejemplo.Los malos entendidos muchas veces se producen porque las preguntas que motivan ciertas respuestas son erróneas o confusas. ¿Qué significa interrogar si la violencia «está bien o está mal»?Depende.Si la misma es una réplica a una agresión física directa, su uso proporcional es correcto moral y jurídicamente. Se llama «legítima defensa». Claro, esto no es lo que pasó con el influencer.Si la respuesta violenta repele una provocación verbal, deja de «estar bien», aunque el tenor de la incitación puede explicarla parcialmente o atenuar su incorrección. Tampoco es lo que ocurrió con Fran Fijap.

Después de pasarse años vaticinando que «los zurdos van a correr» y que «la tienen adentro», entre otras sutilezas, este acudió –teléfono en mano para subir «contenido» a sus redes– a una manifestación que le resultaba muy ajena y acompañado por guardaespaldas encargados de facilitarle la retirada que sabía inevitable de antemano.Antes de él, había corrido una suerte similar su colega Mariano Pérez.¿Entonces, «bien o mal»? Otra vez: depende de la pregunta y de lo que cada uno considera justificable. Para el autor de desPertar, está mal por dos motivos.Uno porque la agresión no es proporcional a la provocación que se intentó llevar a cabo. Pero, acaso más importante, porque la pregunta correcta no es si está «bien o mal», sino a quién le sirve el clima de violencia que baja a las calles.Las injurias, amenazas y acosos presidenciales –en otro contexto, causales de juicio político– se replican en las redes merced a la actividad de influencers y de una trolera enquistada en la propia Casa Rosada, políticamente conducida y financiada «con la tuya».

Ahora la violencia pasa de las redes y las pantallas a la calle y a las asambleas universitarias, como ocurrió con un grupo de militantes ultraderechistas que acudió, gas pimienta en mano, a pudrir una reunión de estudiantes en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), con la que, encima, no tenían vinculación alguna.

Fran Fijap mintió y Milei reposteó que lo ocurrido en la UNQ fue «un intento de asesinato K» y que «están buscando muertos». Algún medio importante rebuznó algo similar.

La denuncia oficial es grave. Si el Gobierno efectivamente creyera que lo que está ocurriendo supone peligro de derramamiento de sangre, ¿debería instruir a sus elementos de choque a redoblar la apuesta o, en cambio, ordenarles que levanten el pie del acelerador?Manuel Adorni no sólo hizo agua al explicar que «había una razón» para que Malvinas haya desaparecido de un mapa oficial, «aunque no me (los) acuerdo»; también sentó ayer al youtuber agredido en la Sala de Prensa de la Casa Rosada, el sitio que hace no demasiado tiempo pretendía «prestigiar» con la invitación sólo a profesionales «de excelencia».

Antúnez «Fijap» merece toda la seguridad del mundo, pero el vocero concretó una impostura al justificar su presencia en el deseo oficial de solidarizarse con él en tanto víctima «como lo hacemos con cada episodio de violencia, independientemente del medio o la ideología».Ni siquiera es lo más importante que el joven no es periodista. Lo relevante es que no hay registro de que Adorni haya invitado a los numerosos hombres y mujeres de prensa golpeados y gaseados por las policías bravas del Gobierno y su satélite porteño en cada una de las marchas llevadas a cabo en los diez meses que lleva la gestión.Tampoco a las nenas que se supone que ya llegan «gaseadas» a las manifestaciones y a quienes los efectivos, parece, sólo les echan desodorante. La irritación es una estrategia.

La rana en la olla

La parte de la ciudadanía que permanece indolente ante el caldo gordo que se cocina, el periodismo que actúa frente al Gobierno como si este no fuera algo más que una simple versión democrática de una derecha ajustadora y los dirigentes que no encuentran contradicciones entre sus antiguas falacias republicanas y su respaldo a Milei juegan con fuego.

La sociedad argentina parece la rana que descansa despreocupada en una olla puesta sobre una hornalla encendida, incapaz de registrar que la están cocinando en una sopa de autoritarismo.De la boca del Presidente a las redes, de las pantallas a la calle y, ayer nomás, en plaza pública con escraches violentos, horcas y hasta con un disparo fallido en la cabeza de Cristina Fernández de Kirchner, la ultraderecha nativa es rica en recursos inquietantes como pobre en reparos morales.

Marcelo Falak / Letra P

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