La Argentina quedó relegada en las prioridades del organismo, justo antes de la reunión anual que el FMI celebra junto al Banco Mundial. Estados Unidos aún no definió quién será su representante en el directorio, y los países con mayor peso continúan mostrando resistencia a autorizar un nuevo crédito.
La estructura financiera occidental se encuentra sacudida por el impacto del regreso de Donald Trump al centro de la escena, lo que derivó en un abierto conflicto con el Fondo Monetario Internacional. La directora gerente del organismo, Kristalina Georgieva, respondió de inmediato a las políticas del gobierno estadounidense, advirtiendo sobre las posibles consecuencias para la estabilidad global.
El asunto va más allá de un cruce diplomático. La tensión entre Estados Unidos y el FMI amenaza con desestabilizar el orden financiero establecido. “Si el mundo avanza hacia una guerra de monedas, justamente el FMI es la institución que debería evitarlo. Pero el problema es que su principal accionista, Estados Unidos, parece estar empujando hacia ese escenario”, señala un análisis de la consultora PxQ, fundada por el ex ministro Emmanuel Álvarez Agis.
En esa misma línea, Claudio Loser, ex director del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo, expresó: “Hace tres semanas habría dicho que esto se iba a resolver rápidamente, con un acuerdo técnico que luego sería aprobado en poco tiempo, pero ahora el panorama se complicó”.
El enfrentamiento entre Washington y otros actores globales dejó a la Argentina en una situación desfavorable frente al Fondo. La estrategia del equipo económico argentino apuntaba a conseguir un nuevo desembolso contando con el aval de Trump.
Ese respaldo no era menor: Estados Unidos posee el 16,05% de participación en el FMI, lo que le otorga poder de veto. Detrás se ubican Japón (6,14%), China (6,08%) y Alemania (5,3%). Las cuotas de participación se calculan según el aporte de divisas fuertes y monedas locales. Argentina, con un 0,66%, comparte asiento con Bolivia, Chile, Paraguay y Perú, bajo la representación de Leonardo Madcur.
Sin embargo, los accionistas más relevantes después de Estados Unidos son justamente quienes muestran mayor desconfianza frente a un nuevo programa con el país. “No quieren quedar como un ejemplo negativo en la historia del Fondo, son funcionarios que cuidan mucho su prestigio”, explicó un técnico del organismo con larga trayectoria.
La relación de Argentina con el FMI ha sido extensa y accidentada: desde 1956, suscribió 23 programas, ninguno de los cuales logró consolidarse exitosamente. El más reciente, otorgado al gobierno de Mauricio Macri, terminó con la salida tanto de Christine Lagarde como de Alejandro Werner, principales responsables del acuerdo.
La novedad actual es el vacío que deja Estados Unidos dentro del Fondo. Hasta el momento, la administración de Trump no designó a su delegado en la sede de la 19th Street en Washington. Durante su mandato anterior, el puesto fue ocupado por Maurice Claver-Carone, una figura bien conocida en la política argentina.
“No existe un canal formal de diálogo con el gobierno norteamericano”, indicó una fuente directa del FMI. “Sin ese actor clave, ningún otro país logra tomar el liderazgo, y las discusiones internas están completamente desorganizadas”, agregó.
Las modificaciones que Trump impulsa sobre las reglas del comercio global reconfiguraron la agenda del Fondo en la previa de la Asamblea Anual de Primavera, que se celebrará el 21 de abril junto al Banco Mundial.
“El Fondo está al rojo vivo: el embate de Trump contra los acuerdos de Bretton Woods obliga a repensar todos los documentos y debates que iban a darse durante ese encuentro. La sensación interna es de vértigo e incertidumbre”, describió otro funcionario del FMI. “Antes de atender la situación argentina, hay otras urgencias que resolver”, concluyó.
La Nueva Comuna