Quequén, pendiente del cielo y del río
Aunque ya no llueve, sigue el estado de alerta y el río Quequén normalizaría su altura en una semana
Por Darío Palavecino | LA NACION
QUEQUEN.- La noche, fría y ventosa, la afrontaron con un ojo puesto en el río Quequén en plena avanzada y el otro bien cerca de la casa propia, que tuvieron que abandonar porque el agua estaba a un paso y amenazaba con llegar a las propiedades ribereñas.
El pronóstico era malo, con sudestada de por medio, pero aun así los daños fueron menores a los que se preveían. Una decena de casas y clubes terminaron inundados y dos puentes flaquearon por la correntada. Los daños materiales no fueron tan graves y de los casi 200 evacuados y autoevacuados que había hasta anteanoche, a última hora de ayer casi el 80% tenía condiciones como para regresar a su hogar.
Los más de 135 milímetros de lluvia caídos en el distrito de Necochea habían puesto en jaque a las barriadas más próximas al río. Pero el problema mayor era el agua que llegaba desde los municipios vecinos y más altos, que multiplicaron el caudal del río que separa a esta localidad de Necochea.
Tanto que aún cuando anteayer al mediodía los chaparrones comenzaron a dar una tregua, el curso del Quequén tomaba cada vez más fuerza y volumen. El pico se dio en la madrugada de la víspera, en coincidencia con la marea alta y la sudestada que frenaba la deriva de agua dulce hacia el océano.
LA NACION estuvo anteayer con Oscar Osma, que vive a pocos metros del puente Taraborelli, cuando tuvo que apurar la partida porque el río se acercaba a su casa y el taller mecánico con el que se gana la vida. Dijo que no se iba a alejar y cumplió. Ayer, en una lomada ubicada a 100 metros de su propiedad y alojado en una casilla rodante, palpitaba con su esposa y dos de sus tres hijos el dramático escenario de su inmueble bajo más de un metro de agua, al igual que siete autos que tenía para reparar. "Saqué lo que pude, pero no me dio tiempo", explicaba con resignación.
En la casa le quedaron una heladera, algunos electrodomésticos y muebles que, estima, quedarán inutilizados. Carmen, su esposa, se esperanzaba ayer en que puedan recibir algún tipo de ayuda oficial. Aunque reconoce que el mayor apoyo llegó de amigos y conocidos.
Varios de sus vecinos también resultaron afectados, pero ellos prefirieron sacar pertenencias y alojarse en casa de familiares para regresar una vez que el río se retire. Esas condiciones demorarían varios días.
Susana Laborde, al frente de la Zona V de la Dirección de Saneamiento y Obras Hidráulicas de la provincia, estimó que el río Quequén recién normalizaría su lecho en unos siete días. "Eso si no hay más lluvias intensas en las próximas jornadas", advirtió.
El citado puente Taraborelli, al igual que el del paraje Las Cascadas, fueron vedados al tránsito desde anteayer. El primero sufrió desplazamientos en sus pilotes, pero quedó en condiciones como para que ayer se volviera a habilitar el paso de vehículos. El otro casi llegó a tener agua sobre el pavimento, lo que significa que el río estaba casi dos metros por sobre su nivel normal. Se espera una evaluación técnica para ver si también puede ser liberado.
Recién amanecía ayer cuando los vecinos más curiosos hacían una recorrida por la ribera para ver hasta dónde habían avanzado las aguas del Quequén y qué daño habían provocado. Las fotos se las ganaba el predio Juan Domingo Perón, de la Unión de Trabajadores Rurales (Uatre), sobre la margen sur del río. El salón de fiestas estaba inundado hasta la ventana, lo mismo que los baños y toda la plaza de juegos. "El agua pasó la entrada y llegó casi hasta la ruta", contó el encargado de seguridad. También quedaron anegadas las canchas de fútbol, rugby y padel del Club Náutico.
Las autoridades, en función de la mejoría climática y el límite que habría alcanzado el río, bajaron la calificación de alerta roja a alerta amarilla. Lo que significa que aquí todos siguen en guardia y alertas. Con un ojo mirando al cielo. Y el otro, mirando al bravo curso del Quequén.
EN AZUL, PIDEN UNA REPRESA
Para la mayoría de los 50.000 vecinos de Azul, la construcción de una prometida represa sobre el curso del arroyo homónimo podría resolver el tema de las inundaciones. "La construcción de la represa La Isidora regularía el descenso del agua. No es la solución total, pero se calcula que se contendría el 60% del agua que nos inunda cuando desborda el arroyo", explicó el vicepresidente de la Sociedad Rural (SR), Martín Salgado..