La mayor incógnita: saber dónde radica el éxito de Macri
Atraviesa sus dos primeros años de gobierno con la misma inflación que denunciaba, cobrando el mismo Impuesto a las Ganancias y sospechado por casos éticos y legales. Y aún cuando todo el mundo sabía que hoy aumentaría la nafta, el oficialismo es imparable. ¿Cuál es su secreto?
Desde hace años está instalada, para analizar resultados de elecciones, la lógica que hizo imperar J. D. Perón hace tanto tiempo: la víscera más sensible es… El marco teórico no era tan descabellado. Hasta ayer.
Por esa lógica del bolsillo perdió Alfonsín en el ’87 e inició su debacle, se reconfirmó a Menem en el ’95 pero declinó en el ’97 y al mismo poder adquisitivo en alza le dio triunfos resonantes al kirchnerismo en 2005, 2007 y 2011. Es cierto que perdió dos legislativas en provincia de Buenos Aires, pero siempre mantuvo su condición de primera minoría.
Ahora bien: la inflación que horadó los últimos años de la presidencia de Cristina F. –porque para ellos la inflación no era problema-, se mantiene como siempre, inalterable. Sólo que las paritarias se arreglan por debajo del aumento de precios y la consecuencia es muy clara: pérdida de poder adquisitivo. Esto no es teoría: esa pérdida, fundamentalmente en los sectores populares, se advierte nítidamente en la caída estrepitosa del consumo desde hace dos años.
Esa caída del consumo supone un elemento más: cierre de fuentes laborales. No es teoría. Según publicó Ismael Bermúdez en Clarín en base a datos de AFIP, en estos dos años desaparecieron 1968 empresas. Entre Industria y Agricultura y ganadería se perdieron exactamente 3071 emprendimientos. Y a tono con otros tiempos, crece el sector Comercio y servicios de comidas: 1566 empresas más. Es decir, vuelven los kioscos y los parripollos.
Para rematarla, y aún cuando el fantasma de Santiago Maldonado a muchos no nos deja dormir, apenas Esteban Bulrrich festejó su triunfo, se confirmó lo que se preveía: las naftas ya aumentaron el 10%. Recordemos: aumento de naftas –en un porcentaje del que no se tiene recuerdo-, supone una cadena que incrementa absolutamente todo a partir del impacto en el transporte.
Bien. Todo esto y mucho más –blanqueo de familiares, Elisa Carrió erigida como la nueva Herminio Iglesias, Patricia Bulrrich ministra de la Embajada de EEUU y más-, ya lo sabemos. O creemos que lo sabe todo el mundo. Sin embargo el presidente Macri es una aplanadora a la hora de conseguir votos: más de 10 millones en todo el país, con presencia en toda la provincia. Recordemos: el PRO hace dos años era un partido comunal.
Se pueden buscar explicaciones:
* Gana como ganaba Menem. Error: Menem, en el marco de la orgía que protagonizó, generó la estabilidad tan deseada. Macri no.
* Gana porque los medios lo protegen. Error. Lo medios dan una mano. Grande. Pero no determinan. Si fuera así, Fernández no hubiera sacado el 54% en 2011.
* Gana por la estructura de la UCR. Error. Hoy más que nunca, Macri puede prescindir e incluso maltratar aún más a sus socios radicales (pobre Mestre, la que se le viene). El capital político es suyo propio y trasladable sólo a los de su riñón: Vidal y Rodríguez Larreta. Demostró ser un as en el armado, habilidad en la que supera con creces a la ex presidenta, renga histórica en estas lides. Si Macri no quisiera ir a la reelección en 2019, hoy ya tiene dos candidatos casi imbatibles. El kirchnerismo no generó ni uno en 12 años.
* Gana por el antiperonismo reinante. Error a medias. Pobres aquellos que aún siguen anclados en las elecciones del ’83, cuando el PJ y la UCR eran partidos de masas y el voto se definía por razones históricas e ideológicas. Hoy el elector es más difuso, no se ancla a razones del pasado lejano, no reproduce tradiciones partidarias. La incidencia del rechazo por pertenecer a una u otra tribu no mueve el amperímetro. El ejemplo es provincia de Buenos Aires: un día vota a una abogada peronista de izquierda, otro a un colombiano de derecha, después a un ex UCD y hoy a un flaco bastante alto al que no se le conoce la voz y que cuando habla, mejor no escucharlo.
* Ya está: ¡Durán Barba! El ecuatoriano sigue dando cátedra. Anoche se notaba su alegría cuando miraba a Vidal dar su discurso. Transformó a la ex vice intendenta de Buenos Aires, una chica que daba mal en cámara, que en su discurso primaba su formación técnica liberal y el gesto adusto de una nerd sin sensibilidad, en una mujer suelta, segura, que surfea en un discurso a medio camino entre un evangelista y Cris Morena y en la que, sin importar lo que diga, expresa más en su mirada de joven buena y linda que encanta como pocas. Pero no. La ornamentación sirve muchísimo. Incluso te hace ganar una elección –recordar, sino, a De la Rúa y a Agulla y Bachetti: hicieron magia con ese paquete-. Pero para mantener ese poder de fuego se precisa más. No basta con un discurso armado y bien interpretado.
Si todo eso no es, ¿qué es? El secreto lo tiene Mauricio Macri y la explicación no es monocausal. Pero hay una que, quizás, pueda generar un efecto impensado.
Mientras la anterior gestión nacional se montaba en el vivir-bien-ahora y por eso el inflador permanente para el consumo y los viajes y los televisores y dale que se acaba el mundo, el macrismo interpela a sus electores en base al discurso del protestantismo calvinista. El teólogo francés que generó un cisma en la Iglesia Católica es el padre del sueño americano: ese que dice que si te esforzas, sos responsable, no llegas tarde y no decis malas palabras, todo va a salir bien. El calvinismo se basa en la teoría del esfuerzo individual, en el sacrificio extremo. Es la base teologal de la meritocracia. La diferencia con el macrismo es que aquella tiene espiritualidad y la gestión nacional una mirada más práctica.
Pero desde esa concepción, muy anclada en la clase media argentina desde su formación a inicios del Siglo pasado, supo, Macri, encontrar a quienes, como su padre Franco, pudieron progresar, de la nada, a costa de supuesto sacrificios y sin ayuda de nadie. Ojo: sabemos que esto es una gran mentira, más en el caso de Franco. Pero esa cosmovisión está instalada: a mi nadie me dio nada, yo sólo construí todo lo que tengo. Una mirada corta, egoísta, que desconoce procesos históricos, rol del Estado, funcionamiento del capitalismo y hasta la suerte de haber nacido en una cama y no en el barro. Pero no importa: esa idea pesa muchísimo en la Argentina y a diferencia del kirchnerismo, que dio sin pedir a cambio y obligó disfrutar ya que se acaba el mundo –en eso fue parecido a Carlo 1, sólo que ahí disfrutaron pocos-, el macrismo pide sacrificio, esfuerzo y compasión, que lo buena ya va a venir.
Mientras la anterior gestión instalaba el para todos y todas, ésta crea el clima de época que dice: sólo para el que se esfuerce. Y para muchos/as, si la recompensa será que me van a premiar a mi que laburo 12 horas y ya no al morocho holgazán ese que es un vago y que no trabaja porque no quiere y la yegua lo mantenía, me banco unos años de sacrificio calvinista, que lo bueno ya va a llegar. Por eso, llevada esta idea a términos macro, el macrismo toma deuda a montos históricos y mundiales y nadie lo pone en duda: es el sacrificio que hay que hacer para refundar la Argentina. Eso, pese a que muchos creamos que así, la Argentina solo se va a refundir. Una vez más. Pero es una cuestión de creencias y no en vano al protestantismo le creen millones y a este escriba, unos 17 me gusta y 2 compartidos.
REVISTA MATICES