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INSEGURIDAD

La marca del narcotráfico tras el asesinato de Pillín, líder de la barra de Rosario Central

Con el asesinato de Andrés «Pillín» Bracamonte, líder de la barra de Rosario Central, resurgen los peores temores en una ciudad que había experimentado una caída inédita en la violencia en los últimos seis meses. La emboscada, ocurrida a pocos metros del estadio y a minutos del final del partido, abre la posibilidad de un resurgimiento de violencia en escalas impredecibles. Aunque se percibe una creciente tensión, lo anticipado aún no ha ocurrido.

En el gobierno de Maximiliano Pullaro predominan dos sentimientos ante la situación: preocupación y prudencia. El gobernador ha sostenido que es previsible una escalada en una ciudad marcada por episodios de violencia extrema, aunque insiste en que las condiciones de seguridad han cambiado.

Este domingo a las 7 de la mañana, la secretaria de Seguridad, Alejandra Monteoliva, y el jefe de Gendarmería Nacional, Claudio Brilloni, llegaron a Rosario, evidenciando una respuesta coordinada con Nación para contener posibles incidentes. El gobierno resalta la presencia de 300 patrulleros en las calles, los cuales, aunque quizá no puedan evitar todas las reacciones violentas, dificultarán el escape de quienes planeen realizar acciones armadas. Además, las condiciones en las prisiones actualmente impiden, como no sucedía hace seis meses, el paso de órdenes hacia el exterior.

“Es un hecho grave, pero, a diferencia de antes, estamos preparados y organizados”, afirman desde el gobierno. «En menos de 12 horas, se estableció un comando conjunto entre penitenciarías, policías de jurisdicción provincial y nacional, fiscales y fuerzas especiales. Antes, algo similar tomaba días en concretarse”, destacaron.

La muerte de Pillín, quien mantuvo el control de la barra de Central durante más de 25 años, sucede bajo la gestión de un gobierno que, de manera comprobable, había logrado reducir la violencia.

Cabe preguntarse qué llevó a que una persona, que sobrevivió a tres intentos de asesinato en el último año, terminara asesinada en circunstancias que parecían propicias: en una camioneta sin blindaje, a escasos metros del estadio que conocía perfectamente, y poco antes de terminar el partido de su equipo contra San Lorenzo.

El hecho revela una posible sensación de invulnerabilidad en alguien que escapó de la muerte en varias ocasiones, pero también refleja los cambios en una hinchada donde los negocios criminales han evolucionado. Pillín controlaba la economía de la barra de Central explotando servicios pagados por el club, así como gestionando ingresos de estacionamientos y puestos de comida. También mantenía vínculos con bandas de narcomenudeo desde la época de Los Monos, teniendo conexiones cercanas con el «Pájaro» Cantero, asesinado en 2013, y con Ariel «Viejo» Cantero, hoy en prisión. Su hijo está relacionado con Santino Alvarado, hijo de Esteban Alvarado, condenado por narcotráfico.

Hoy en día, la barra de Central parece haber pasado del narcomenudeo al narcotráfico a gran escala, un cambio que ha redibujado su estructura interna, complejizando su economía y flexibilizando las lealtades. A inicios de julio, una avioneta aterrizó forzosamente en San Justo, Santa Fe, con 460 kilos de cocaína. Dos semanas después, Gendarmería arrestó a Carlos Andrés Suárez y Leopoldo «Pitito» Martínez, ambos ligados a la hinchada de Rosario Central, en relación con este tráfico.

La implicación de la barra en operaciones de narcotráfico internacional plantea un contexto de violencia distinto al de las disputas de narcomenudeo vinculadas históricamente a la barra de Newell’s. Estas nuevas dinámicas han generado conflictos internos y debilitado liderazgos antiguos. Este año, Pillín sufrió varios atentados en un breve periodo. Se sospecha que Los Menores, un grupo del noroeste de la ciudad implicado en la venta de droga barrial, esté detrás de estos ataques. Este grupo es liderado por Matías Ignacio Gazzani, actualmente prófugo por homicidio.

El asesinato de Pillín llega en un contexto en el que Rosario continúa experimentando violencia sin tregua. En un incidente anterior, el 18 de abril del año pasado, atacaron una camioneta Amarok idéntica a la suya, hiriendo a Daniel Giménez, dueño de una marca de ropa. Más recientemente, el 10 de agosto, sufrió un ataque tras un partido en el Parque Alem, cerca de la cancha de Central.

En el gobierno santafesino no ocultan que se avecinan días complicados. Sin embargo, enfatizan que el contexto actual es muy diferente al de otros tiempos, como cuando fue asesinado el «Pájaro» Cantero o se atacaron edificios judiciales. “Es una situación delicada, pero estamos mejor preparados para contener cualquier eventualidad”, asegura una fuente del Ejecutivo. “La lucha contra la violencia es constante, pero hoy estamos mejor coordinados y más fuertes”.

Con información de La Política Online

Publicado en lanuevacomuna.com

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