El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) atraviesa una de las crisis más profundas desde su fundación en 1956. Se han encendido alarmas en todo el país. Trabajadores, productores y referentes científicos denuncian un vaciamiento institucional.
Mientras el gobierno nacional impulsa una fuerte reestructuración del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), voces de alerta se multiplican en distintas regiones del país. Técnicos, científicos, productores y dirigentes rurales advierten sobre las consecuencias de un recorte que no sólo impacta en lo institucional, sino también en la asistencia técnica y el desarrollo territorial.
Desde su creación en 1956, el INTA ha cumplido un rol estratégico como articulador entre ciencia, tecnología y producción agropecuaria. Sus más de 350 unidades distribuidas en todo el territorio nacional permiten el acompañamiento directo de los pequeños y medianos productores, que son quienes más dependen del acceso público a la innovación.
Ajuste con impacto territorial
En los últimos meses, el gobierno nacional avanzó con un plan de “reorganización” que incluye el cierre de más de 40 agencias de extensión, el desfinanciamiento de proyectos clave, la subasta de inmuebles históricos —como la sede de Palermo— y la posible reducción de hasta 1.700 puestos laborales.
Si bien desde el oficialismo se habla de “optimización de recursos”, distintos actores del sector agropecuario manifestaron su preocupación por el vaciamiento de capacidades técnicas y la pérdida de territorialidad. La reciente decisión de cerrar la Estación Experimental AMBA, con fuerte trabajo en periurbanos, es un ejemplo del cambio de rumbo.
El plan de «reestructuración» del gobierno nacional incluye:
- Cierre de más de 40 agencias de extensión.
- Subasta de inmuebles históricos (como la sede de Palermo).
- Desfinanciamiento de proyectos de investigación.
- Riesgo de desvinculación de hasta 1.700 técnicos y profesionales.
Testimonios en primera persona
Los propios trabajadores del INTA han comenzado a difundir su preocupación en todo el país. En un video difundido desde Concordia (Entre Ríos), el director Javier Oberschelp expresó:
“Estamos en alerta, no por defender privilegios, sino por defender el rol que el INTA cumple junto a los productores. Este no es un organismo burocrático, sino una herramienta al servicio del desarrollo”.
En otra producción audiovisual, desde la Estación Experimental de Cerro Azul (Misiones), la técnica Silvina Fariza sostiene:
“No hay futuro sin ciencia. Y no hay soberanía sin tecnología propia. Lo que está en riesgo no es sólo nuestro trabajo, sino el derecho de los productores a crecer con acompañamiento técnico público”.
Más que un organismo técnico
El INTA no sólo genera investigaciones en genética vegetal y ganadera. También acompaña a comunidades rurales con programas como Prohuerta, desarrolla maquinaria adaptada para economías regionales, y trabaja en resiliencia climática y manejo sustentable de suelos. En un país con contrastes productivos tan marcados, la presencia del INTA garantiza equidad en el acceso al conocimiento.
En este contexto, sectores del cooperativismo agrario y organizaciones como Federación Agraria han expresado públicamente su rechazo a los recortes. También lo hizo el propio gobernador bonaerense Axel Kicillof, quien afirmó: “Es un crimen que quieran cerrar el INTA”.
Un debate pendiente
La discusión sobre el futuro del INTA no debería limitarse a una cuestión presupuestaria. Detrás de los números hay personas, territorios, saberes acumulados, vínculos construidos con las comunidades rurales. Su debilitamiento implicaría retrocesos difíciles de revertir.
Como resume el personal técnico en distintas provincias: «Sin ciencia no hay soberanía». La frase no es retórica. Es un llamado a proteger una de las instituciones más valiosas que tiene el país para garantizar desarrollo con justicia territorial.
Alfredo Barros / LANUEVACOMUNA.COM