En una reciente y contundente nota publicada en Página/12, el periodista Raúl Kollmann desmenuza los intrincados detalles de lo que aparenta ser una operación de infiltración y sabotaje ejecutada por los servicios de inteligencia, con la colaboración de la Policía Federal, para desarticular la movilización opositora llevada a cabo en las inmediaciones de la Plaza Congreso. La figura de Patricia Bullrich, entonces ministra de Seguridad, aparece como uno de los hilos conductores de esta estrategia.
El Contexto y los Actores Principales
La protesta tenía un objetivo claro: expresar el rechazo ciudadano hacia ciertas decisiones gubernamentales. Sin embargo, incluso antes de que se consolidara el núcleo de manifestantes, se percibía una atmósfera de tensión creada no solo por los participantes, sino también por la visible presencia de grupos de choque aparentemente coordinados.
Kollmann hace especial hincapié en el rol de Patricia Bullrich, quien antes, durante y después de estos eventos, ha sido cuestionada por su enfoque ultra-represivo hacia la manifestación social. En este contexto, la Policía Federal jugó un papel clave, pero no del todo conforme a su rol tradicional de guardianes del orden.
El Ataque a los Diputados: Iniciando la Disrupción
El ataque a los diputados se erige como uno de los momentos más polémicos de la jornada. Mientras distintos legisladores trataban de articular sus demandas, fueron acorralados, agredidos y gaseados con una violencia inusitada. Esta maniobra parecía destinada a generar un estado de caos y confusión, preparando así el escenario para que se ejecutase la siguiente fase del plan de sabotaje.
Kollmann describe este episodio como una “preparación del terreno”. La violencia hacia los diputados no era solo un acto de repulsión hacia los líderes de la protesta, sino una táctica premeditada para sembrar miedo y desconcierto entre los manifestantes.
La Inacción Policial: Un Fuego Sin Apagar
Otro de los puntos calientes del análisis de Kollmann se centra en la inverosímil inacción de la Policía Federal frente al incendio de un vehículo en las cercanías de la plaza. En un escenario donde la lógica dicta una intervención rápida y eficiente, los policías se mantuvieron al margen. Esta pasividad no fue casual, sino que parecía formar parte de la estrategia orquestada para alimentar el caos y la percepción de un conflicto fuera de control.
Dos sujetos, cuyo actuar estaba lejos de ser discreto, iniciaron el fuego en el automóvil. Y a pesar de la presencia policial masiva, ninguno de ellos fue molestado. Este momento, capturado en diversas imágenes y videos, delata la connivencia institucional que facilitó el hecho.
El papel de Patricia Bullrich y la Policía Federal en este incidente ha sido cuestionado. Según los informes, los diputados sufrieron un ataque presuntamente con el objetivo de crear un clima de tensión y preparar el terreno para futuras acciones. La inacción de los uniformados ante el incendio del auto ha sido calificada como absurda, lo que ha generado preocupación sobre la neutralidad y profesionalismo de las fuerzas de seguridad. Dos hombres que habrían participado del hecho no fueron molestados, lo que contrasta con el trato recibido por el “terrorista”, quien fue recibido con abrazos por los represores, lo que ha suscitado serias dudas sobre el manejo de la situación por parte de las autoridades.
El “Terrorista” Bienvenido: Conexión entre Infiltrados y Represores
Un momento que marcó un antes y un después en la percepción pública del evento fue la calurosa recepción que un supuesto “terrorista” recibió por parte de fuerzas represivas. Lejos de ser detenido o interrogado, este individuo fue abrazado y tratado con familiaridad por quienes debían velar por la seguridad y el orden.
Este episodio desnudó la infiltración y colaboración directa entre elementos violentos y las fuerzas del orden. La figura del “terrorista abrazado” se convirtió, en el análisis de Kollmann, en un símbolo visible del operativo de sabotaje en marcha.
Construyendo el Sabotaje: Método y Ejecución
La operación de sabotaje policial, hilvana Kollmann, fue construida en diferentes capas y niveles. Desde el discurso oficial que antecedió a la protesta, preparando psicológicamente a la opinión pública para una criminalización de la misma, hasta la ejecución de acciones concretas en el campo de batalla real de las calles.
Las fases involucraban:
Identificación y Descalificación Preventiva: Catalogar a la movilización como potencialmente violenta, posibilitando una justificación anticipada para la represión.
Infiltración y Agitación: Emplazar agentes dentro de la manifestación con el objetivo de incitar al desorden.
Disrupción Activa: Utilizar tácticas de violencia y miedo para fragmentar los focos de protesta, esto incluye ataques específicos como el acontecido con los diputados.
Permiso y Aprobación de Actos Violentos: Generar escenarios de “falta de control” donde la inacción policial ante ciertos actos destructivos validara la intervención más severa.
El resultado de esa jornada dejó claros indicios de un operativo planeado desde las esferas más altas de la seguridad y sus ejecutantes directos. Los métodos empleados, el respaldo institucional, y el objetivo de desarticular una protesta legítima, demuestran un preocupante uso del aparato estatal para neutralizar la disidencia.
Conclusión: La Necesidad de Claridad y Justicia
El artículo de Raúl Kollmann nos sumerge en una interpretación detallada y documentada de un episodio que, lejos de ser una simple cuestión de orden público, exhibe la perversa sofisticación con la que el poder puede operar para desarticular la oposición. Si se ha de construir una sociedad justa y democrática, es crucial que hechos como estos sean no solo expuestos, sino también juzgados y condenados en su total dimensión.
Estas revelaciones no deben caer en el olvido ni quedar impunes. Sirven como recordatorio de hasta dónde pueden llegar ciertos actores en su afán por mantener el statu quo y sofocar las voces disidentes.
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Publicado en lanuevacomuna.com