Son la 1.23 de la mañana del día de cumpleaños de Indio y hay algunas personas a las que estoy sumamente agradecida a las que les interesa publicar algunas de mis ideas. No escribo mucho, por las demandas de la casa, la familia, el trabajo y la facultad. Todo esto igualmente es algún tipo de excusa, porque, aunque forjé a lo largo de mi vida, como un escudo, una personalidad sumamente extrovertida -a fuerza de golpes y de propia defensa- hace muy poco estoy empezando a publicar.
Resulta muy difícil para quienes venimos de los barrios del conurbano, de familias de clase media baja, o en situación de urgencia, crecer y de repente, salir de ese esquema; y, encontrar la fortaleza que nos ayude sobrevolar y romper los sesgos propios y ajenos, o romper con lo que Bourdieu, llamó como el “racismo de la inteligencia”.
¿Qué tiene que ver Indio Solari en todo ésto? Todo.
Todo, universal afirmativo, me hago cargo. Porque, en principio, Indio es una de esas personas que me han conmovido, como le gusta decir a él, a lo largo de toda la vida, como a muchas otras personas, no hay diferenciación ahí.
Es una de esas personas a las que sin la necesidad de conocerlas en la intimidad, ni personalmente, podes relacionarte desde una pulsión erótica, en su acepción clásica de veneración e impulso creativo.
Indio ha llegado a lo más profundo de mi ser a través de su obra, como los grandes artistas y figuras de nuestro país. No hay muchas, son muy pocas. Es decir, artistas hay, y los seguirán habiendo y los modos de expresión que vayan acaeciendo con el tiempo, van a ir deviniendo; pero lo que no abunda, sobre todo en éste momento de nuestra era, son lxs grandes artistas populares, del pueblo.
En la contemporaneidad, conceptos como el de pueblo, son muy estudiados por lxs pensadores de los diversos campos de las ciencias sociales, pero no así, a lxs artistas populares.
Indio es uno, el Diego con su zurda infinita otro, y ésto guarda relación a que, cuando Diego narraba su realidad, nos incluía a todxs. No se olvidaba de nosotrxs, no nos dejaba afuera, era un convite permanente, éramos su compañía.
Otras de las personas que me emocionan sin dudas son Nestor y Cristina, con su arte político, una praxis en la que intervienen la éticidad, la retórica y todos los afines en materia filosófica que podamos pensar.
Las palabras de Cristina siempre son auténticas, y en su autenticidad, nos provoca una pasión. Hobbes, en el capítulo XVI de su Leviatán, mencionaba que la palabra autoridad, refería al actor, hacer un papel o cumplir un rol, y distinguía dos tipos de personas: cuando se consideraba que sus palabras o acciones eran suyas, se la consideraba persona natural y cuando se consideraban las mismas como representación de palabras o acciones de otros, se la consideraba persona artificial. Claro, para éste pensamiento, no toda persona es un ser humano, existen éstas personas artificiales y para un Hobbes, la importancia recaía del lado del artificio. Cristina siempre habló desde sí, siempre fue persona.
Hago la alusión a ésa patrística liberal cada vez más vetusta (gracias a mujeres como ella y tantas otras) contra la que cada vez más nos erigimos las mujeres y disidencias, en pos de la disputa de su dominio sobre lo real, porque mucho de ésto sigue estando en juego.
Lo cierto, y volviendo al punto, es que así como Cristina nos emociona, el Diego nos emociona, Indio nos emociona. Entonces ¿Cómo explicar éste amor? La respuesta que exacerba y por la que reniegan los repetidores a sueldo desde la TV, ciertos seres avinagrados con desdén por todo lo que tiene alma. Ahora bien, si quisiéramos dar respuestas racionales ante esas “impresiones” (vieja disputa si las hay) nos quedamos cortos, pero si buscamos palabras para describir sentimientos tampoco, no alcanzan, nos desbordan. Entonces ¿Cómo explicar este amor?
Que rosa oscura vive y florece en los pantanos…
La voz de Indio me acompañó desde que tengo conciencia de estar existiendo. Una de las grandes cosas que le debo a mi hermano y por las que creo que siempre le guardaré cariño (pese a muchos de sus intentos por frustrar mis esfuerzos) es que me “develó” (esas cosas se develan, no aprenden) el camino ricotero.
Y cuando Indio decía en forma irónica “Bienvenidos al gueto de los pibes” (cosas que mucha “militancia blanca” tampoco entiende) se burlaba de toda esa institucionalización de la marginalidad y nos invitaba a todos y todas a celebrar (Sí, es increíble, pero nos proponía que también nos “merecíamos” momentos así) y resulta ser, que en muy pocas oportunidades en la vida, determinadas personas nos sentimos invitadas ser parte de algo.
En mi memoria, escucho aún temas como “Caña seca y un membrillo” y se me viene la imagen del viejo cantándome el “vamos negrita” del estribillo, me subía a upa, era un “negrita” que era amoroso, divertido y que en la voz de Indio interpretada por mi papá, me parecían de lo más lindo del mundo. También cuando sonaba de fondo “una nena que tu padre trajo” y el saxo inexorable de Sergio Dawi, en Susanita un tema que me sigue haciendo bailar los pies hasta dormida.
Era una niña amada y los redondos eran el telón de fondo de gran parte de ese amor.
Claro, ni mi viejo ni yo a ésas alturas, entendíamos el sentido de las letras (tal vez aún mi viejo no lo “comprenda” pero ¿qué es el comprender? Y además, créanme, eso no nos hizo menos felices en esos momentos) y es que no hacía falta en el seno de esa familia, de un Derrida que nos relatase aquella concepción tan rica de que los sentidos no tienen un territorio.
Pero eso no fue todo, porque esa inocencia, fue siendo abandonada, pero no mi amor por los redondos. Porque, los redondos, el Indio, sus letras, también significaron mis primeros desafíos intelectuales. Todavía recuerdo al almacenero de mi infancia, que peleaba conmigo de oficio, para hacerme reír y lo hacía por medio de varias temáticas, entre ellas, porque yo era hincha de Boca y no del Rojo (cosa no sencilla en Avellaneda) pero, realmente, cuando más me hacía enojar, era cuando entraba con una remera de Los Redondos a comprar un cuarto de paleta (sí, el jamón era un lujo en esos tiempos) y me decía: “¿Escuchaste lo que dijo X? Dijo que no entiende lo que dicen los Redondos” Me enfurecía (todavía no entendía que en ésos “chistes” se escondía el sesgo contra la juventud, fue más claro para mí eso, después de los hechos de Olavarría y de la conferencia de prensa que dieron Los Redondos en ése entonces) porque lo sentía como una especie de bombardeo en un lugar en el que yo no tenía defensa, yo era una niña, pero sobre todo, me enojaba porque en mi fuero intimo, reconocía, que muchas cosas, yo tampoco las entendía…
Apelaba a mi hermano, nueve años mayor y le hacía preguntas, entonces, tardes, días y noches enteras hablábamos de Los Redondos, era una especie de “apuesta implícita” quien traía a casa la primer noticia “que se escuchaba por ahí, siempre por ahí” sobre Los Redondos, el lanzamiento de un disco o una buena nueva, es decir un recital. Lo que me llevaba a pensar ¿Porqué esta banda, no sale en todas partes, no promociona en la tele sus discos, no se oyen sus repeticiones sus temas como otros? ¿Porqué era todo tan difícil con los redondos? Descubrir todo ésto, a ésa edad, era como un “pathos de lo oculto” al tiempo descubrí lo que implicaba la “independencia”, la cultura de las discográficas, la industria del rock.
También apostábamos sobre qué temas tocarían en el próximo recital, armábamos posibles listas. Mi viejo, por supuesto, se acopló a la movida y nos traía recortes del diario y muy pronto ya era toda una movida de mi familia la recolección de noticias en ésa cosa lúdica que nos unía.
Con el paso del tiempo, los desafíos eran cada vez mayores, recuerdo una vez a mi hermano diciéndome en la cocina: “Vos no entendés nada de los redondos” andá a saber porqué pelea querría herirme, cosa de hermanos, lo cierto es que contra su “redondonómetro” siempre iba a perder, a lo sumo yo podía en esa disputa ser como el FIT en su mejor momento, en relación a la cantidad de recitales a las que él había asistido y yo, no aplicaba porque todavía no tenía ni 13 años. Entonces, me dijo: “Si me decís que significa “De Dealer Leader sin freno” para mañana, te llevo al próximo recital.
Claro, no tenía la menor idea. Y es que de apoco, y casi sin darme cuenta, a través de ésas letras me fui armando para una salir a una vida a la que yo, estaba totalmente desarmada. Empecé al poco tiempo a leer a Roberto Arlt, “la locura es la descostumbre del pensamiento de los otros” rondaba esa frase en mi cabeza.
La moda del odio, sin piedad.
La vida de pibas y pibes de barrio es una vida en la que esas personas van apartando a golpes sus dolores y no encuentran lugar.
Nosotrxs, en casa, éramos hijos de una madre cuyos padres venían al país escapando de la guerra, con el bocho totalmente arruinado, sobre todo el de mi abuelo, quien el alcohol era la moneda de intercambio de todas las miserias cotidianas y humillaciones a las que podía someter a sus hijas, mi tía y mi madre.
Y, en el caso de mi padre, un padre que se había criado en la calle, gambeteando la verdadera “barbarie” la de la exclusión, esa de la que no nos hablaban los próceres que nos enseñaban en la escuela. Y nosotros fuimos un poco el resultado de esas vidas, de esas infancias, de esas sobreviviencias, nuestras vidas, también iban a estar atravesadas por las drogas, los abusos, la muerte d seres queridos, visitas a cárceles y dolor.
Pero en medio de todo, íbamos encontrando algún refugio que nos abrazaba y nos decía, con una voz y un susurro muy especial: “ya sufriste cosas mejores que estas”.
Todavía recuerdo mi primer recital. Fue en River, tenía 11 o 12 años. Me llevó Papá. ¡Lo que sufrí el día previo! Un tramontina pisó mierda en nuestro jardín y casi nos quedamos sin nuestra ceremonia al otro día, la primera para mi! Y mi viejo, al que le debo todo, me llevó a mi primer recital. Llegamos temprano, fuimos a platea. Él se llevó una pequeña radio (todavía no sé como la metió porque los controles estaban fuertes, era una chiquita, de ésas que creo, que ya no existen, con antena larga) para religiosamente escuchar el partido como correspondía hasta que empezara el recital. Nunca voy a olvidar lo que sentí al ver a Indio bailar en el escenario por primera vez, esos movimientos, parecía una suerte de rito totémico y es que sin dudas, para mí, y supongo que para muches, la figura de Indio guarda algún tipo de relación del orden de lo sagrado.
Ver Ji Ji Ji desde la platea, sentir Ji Ji Ji desde la platea: era como si el suelo se desprendiera del piso y todas las personas se transformaran de repente en una masa amorfa e indistinta, como se ha descrito al lenguaje, al que también lo llamaron algo mágico. Porque no había límites para lo que se presentaba como ilimitado y como lo sublime en términos kantianos, es decir, para aquél sentimiento, para aquél “sensus communis” que tenía enfrente mío.
“Si no hay amor que no haya nada, entonces, alma mía no vas a regatear”
Pasó el tiempo, otros recitales y el futuro llegó como nosotros, sin que lo esperáramos. Indio nos seguía acompañando, nos decía que no nos rindiéramos en muchos de sus temas, que no nos fuéramos del país y nos representaba, en muchos de sus personajes, y ahí me encontraba como esa piba soñaba que su rollo sea películas de amores suaves, cuidándose hasta de la cruz roja…
Nos sacó del cascarón, nos ayudó a pensar y dentro de todo lo que pasamos, tanto mi hermano como yo (él ahora es psicólogo especializado en adicciones y trabaja en Sedronar, ayudando a las personas con una enfermedad, producto de la dependencia a la sustancia) buscamos nuestra cura y coincidió en incorporar a otrxs, más desfavorecidos. Ambos somos primera generación de universitarios de la familia.
Mi cura, fue el amor por la militancia y la justicia social, fueron mis hermosxs hijes y pese a mi historia personal en la que ya de grande y como muchas otras mujeres, fuimos víctimas de violencia de género durante años, en los que me costó muchísimo salir adelante de todas las situaciones que me dañaron y humillaron y que me siguen dañando; encontré lo que me hace feliz y nunca lo dejé (que no es poco) una carrera de las carreras más increíbles (de las que hay menos graduados en la UBA, claramente, no me caracterizo por la sencillez) y puedo decir, que a medida en que fui ampliando mundos y ganando universos de ésos que sólo te permite explorar el lenguaje, Indio sigue siendo esa compañía que se agiganta.
Indio fue de los primeros que me enseñó sin grandes panfletos, sólo a través de sus canciones, que lo personal era político, que lo artístico era político, que el rock y la música en general era política. Así como a Kant lo despertó Hume del dogmatismo, a mí Indio me despertó a sabiduría de la calle, me preparó para la calle, me ayudo a fortalecerme, me dio herramientas, me puso “pilla” y me enseñaba, desde la propia experiencia de vida hecha canción (canciones que no le envidiaban nada a la melancolía del tango y a la nostalgia del paso de los días).
Que muchos pibes y pibas, pudiéramos despertar así, sobre todo en los años posteriores a 2001, con un país que quería volver a ponerse de pie y creer en algo, sin dudas fue, es y será un baión para el ojo idiota y una mosca en la sopa del poder. ¿Cómo no seguir admirando a aquellxs que nunca perdieron el alma? Aquellxs que como Evita, no se dejaron arrancar el alma que trajeron del pueblo. Porque son ésas personas hechas carne las que nos ayudan a seguir creyendo, a seguir apostando a la humanidad.
Todavía me conmuevo al hablar con mi compañero (me casé con un ferviente ricotero) de los momentos que vivimos gracias a Indio y a Los Redondos. Me siento feliz de poder haber compartido con Juan, los últimos recitales de Indio y Los Fundamentalistas y me emociono a escondidas, cuando veo a mis hijes elegir una remera de Indio para portarla o cuando, mientras limpiamos la casa, mi hija decide poner temas de Indio para compartir conmigo y los canta, con sus trece años.
Es por eso, que lo encuentro en todos los rincones del hogar, de las lecturas, lo re-significo todas las veces, es una de las pulsiones de mi vida más latentes y sencillamente, hoy ya siendo las 2:29 del día de su cumpleaños, le agradezco así, a la distancia, su existencia y éstas enormes lágrimas que aún, no me ayudan a encontrar la respuesta al cómo explicarlo, pero sí, me ayudan sentir el amor.
OTRA VOZ
PUBLICADO EN LANUEVACOMUNA.COM