Historia de un poema para el Negrito Avellaneda.

Para Iris y Lille, madres coraje de mi edad madura.
Conocí a los papas del Negrito, Floreal e Iris en el 2005. Estábamos en el momento mas duro de la impunidad. Los juicios se habían reabierto en el país, pero la Cámara Federal de San Martín era un reducto de la impunidad dura. Todo el proceso de instrucción de las causas había sido traumático en demasía: habían tomado cada victima como caso aislado y abierto miles de causas que no cerraban en ningún lado. Pero como si eso fuera poco, del otro lado del Rio de la Plata, a pesar de que había asumido un gobierno del Frente Amplio, el pacto de impunidad con los militares, firmado por la dirección de Tupamaros y la cúpula militar en el Club Naval, se mantenía imperturbable. Habíamos llegado a tener una entrevista con quien se consideraba la mano derecha de Tabare Vasquez pero ni siquiera se había comprometido a comparar los adn de los cuerpos recuperados con el adn familiar de los Avellaneda. De la entrevista salí puteando como pocas veces.
.
Lille fue quien se puso al hombro la búsqueda del cuerpo robado por el Ejercito Uruguayo en 1976. Recuerden que a Floreal lo secuestran, lo torturan, lo asesinan en Campo de Mayo y lo arrojan al Río de la Plata de modo tal que su cuerpo navega por el río hasta llegar a la dársena del Puerto de Montevideo. Allí lo recogen y entierran como NN en el tubular del cementerio Norte de Montevideo para desenterrarlo cuando el compañero abogado Julio Viaggio mete un pedido de identificación del cuerpo en Argentina y logra que lo identifiquen en Montevideo. Pero el cadáver de Floreal nunca volvió al Cementerio Norte, desapareció. Como los treinta mil.
Lille puso en acción toda la red de compañeros y compañeras que había construido desde que mataron a su compañero y ella se puso al frente del reclamo por las víctimas de la dictadura uruguaya. Entonces, un día me habla por teléfono con ese tono imperativo que pone cuando está en juego la dignidad humana y me dijo tenes que tomar el buquebus de media noche, mañana te necesito porque creo que encontré al Negrito. Aclaro, no es que
e me preguntó si podía o quería ir a Montevideo ese día de finales de diciembre de 2005, me dijo simplemente que al medio día me esperaba en Montevideo. Y ya.
Uno de los abogados, Jorge Brioso, me facilitó copia del expediente en papel, y allí fui yo para Buquebus en un taxi que cuando veía manifestantes, su conductor clamaba por la vuelta de los militares. Y yo que empezaba a decir, quien me metió en este lio.
Me senté en uno de los sillones pegado al ventanal, era medianoche de verano, y al lado mio se sentó un joven que me contó, el primero, que había ganado un premio por recuperar archivos que se creían perdidos de una Naviera que pertenecía a Pinochet. Luego, al escuchar el motivo de mi viaje, dijo pará pará. Se levantó y volvió con una botella de whisky y dos vasos (había ganado un premio en dolares, recuerden) y me dijo, ahora puedo escuchar esta historia.
El buque bus llegaba a Colonia y uno se sube a un bus que te lleva a Montevideo. Lille vive en un barrio cerca de la entrada por lo que me bajé antes de la estación. Luego hicimos un largo recorrido por domicilios de antropologos, fotógrafos y todo tipo de compañeros. En todos lados miramos fotos de cuerpos hallados en el río, hinchados hasta parecer todos iguales y ninguno diferente al Negrito. Pero por una razón u otra íbamos descartando. La fecha, un dato, el sexo. Lo único que recuerdo es que mire todo el día fotos de seres humanos hundidos en la historia, en el agua, en el olvido; y que cada uno de ellos nos hacía llorar como nunca antes.
Cambien fuimos al Cementerio Norte para entender que los NN uruguayos son colocados en tubos de hormigón para que circule el aire y sus cuerpos se descompongan más rápido y puedan ser echados a las fosas colectivas. Del destino de Floreal no había registro alguno. Ni de su ingreso ni de su egreso. Como decía el hijo de puta de Videla, simplemente estaba desaparecido.
A media noche emprendí el regreso, ahora con una maleta de fotos de muertos y ahogados, o torturados hasta la muerte y echados al río, quien lo podría saber. El colectivo me llevo a Colonia, allí luego de una larga espera burocrática, me subí al Buque bus y me senté en el mismo lugar de la ida. Pedí una cerveza, agarré las servilletas y de un tirón escribí un Conjuro para encontrar a Floreal Avellaneda. Dicen que si lo repetimos un millón de veces, Floreal volverá, cruzando el río dos veces, para volverte y borrarte, para borrarte y tenerte
Crónicas del Nuevo Siglo
Publicado en lanuevacomuna.com