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GENDARMERIA PUDO HABER ASESINADO A SANTIAGO SIN DEJAR LESIONES A LA VISTA

Gendarmería pudo haber asesinado a Santiago sin dejar lesiones a la vista


En varios sentidos el caso Maldonado es un calco de muchos otros casos de la historia reciente. Informe sobre el “manual de operaciones” para el crimen y el encubrimiento estatal, a mano de las fuerzas de seguridad y con la anuencia de los poderes Ejecutivo y Judicial.

Cuando el juez Lleral declaró que “no había lesiones visibles” en el cuerpo de Santiago Maldonado, el gobierno a través del ministro de Justicia Germán Garavano y los medios de comunicación saludaron el anuncio y coincidieron de inmediato en exculpar a la Gendarmería del asesinato de Santiago.

Una horda con nervios alterados y revanchismo en las redes se hizo un festín y agredió de la manera más que cruel cada expresión de reclamo por justicia por Santiago. “Vieron, al final se ahogó solo”, fue lo más leve, y no daremos acá publicidad a lo perverso que sigue surgiendo del resentimiento y el odio.

Que un análisis superficial, recordemos que la autopsia del cuerpo de Santiago encontrado en el río Chubut está en curso, refleje que no se hallaron lesiones externas, solo dice eso y nada más. Ahora bien, una serie de hechos irrefutables sí dicen mucho: que Santiago y los integrantes de la comunidad mapuche fueron perseguidos a los tiros por la Gendarmería que llevó adelante una cacería brutal, que hay audios de los gendarmes en los que ellos mismos dicen “les dimos corchazos para que tengan”, que Santiago llega al río perseguido por el personal de Gendarmería, eso es irrefutable. No decidió meterse al río para probar cómo estaba el agua. No. Ni ninguna de las barbaridades que recorrieron las redes sociales estos días.

Su desaparición forzada y su muerte son producto de ese accionar asesino, más allá del resultado que dé finalmente la autopsia sobre si la muerte fue, por ejemplo, por ahogamiento.

Precisamente, en ese accionar de las fuerzas de seguridad, el encubrimiento judicial y estatal posterior, podemos establecer ciertas similitudes con otros casos, en los que la causa de la muerte no fue, por ejemplo, un balazo o un golpe fuerte, sino el producto de una sucesión de hechos aberrantes que terminaron configurando el modus operandi de las fuerzas policiales, el Poder Judicial y el estado. Podemos hablar sin dudas de un manual de operaciones para encubrir un hecho criminal.

Ezequiel Demonty

Ezequiel Demonty, de 19 años, muere en las aguas pestilentes del Riachuelo, luego de haber sido apresado junto a su novia y dos amigos, en septiembre de 2002. Fue torturado y lo obligaron a meterse al río cuando no sabía nadar. El cuerpo apareció varios días después en la orilla. Los testimonios de los amigos fueron clave para la condena de los policías, que pretendieron ocultar las golpizas y el secuestro obligando a Ezequiel a “nadar” suponiendo que la versión del ahogo los eximiría de ser acusados y condenados luego. «Nadá o te pego un tiro en la cabeza” le decían mientras uno de los policías le apuntaba con su arma. Ezequiel fue hacia el puente y uno de sus amigos lo vio, alzando el brazo, hundiéndose.

Los efectivos Gustavo Somohano, Alfredo Ricardo Fornasari y Gabriel Alejandro Barrionuevo, fueron condenados por los delitos de tortura seguida de muerte, privación abusiva de la libertad y torturas reiteradas. A nadie se le ocurrió ni sospechar que Ezequiel estaba en las orillas del Riachuelo esa madrugada del 14 de septiembre de 2002 con sus amigos buscando un baño en el río.

Sebastián Bordón

Sebastián Bordón estaba de viaje de egresados en Mendoza. Durante una excursión al río Atuel sufrió una crisis de angustia y como no podían calmarlo, los docentes a cargo del grupo no tuvieron mejor idea que llevarlo a la comisaría de El Nihuil.

Sebastián se escapa de ahí y los policías inician una persecución alocada hasta que lo atrapan y golpean salvajemente. Pero Sebastián no muere por los golpes. Lo dejaron abandonado en la zona cerca de un barranco. Pasaron días hasta que Sebastían muere de hambre y sed como reflejó la autopsia. Hubo un rastrillaje anterior al hallazgo en el que los resultados fueron negativos, se presume que el cuerpo fue movido y colocado en el lugar donde finalmente se encontró. En todo el proceso de búsqueda se repiten los mecanismos del encubrimiento plantando pistas faltas para desviar la investigación, adulteración de libros de actas. Tampoco a nadie se le ocurrió presumir que Sebastián dejó que comer y beber por su propia decisión.

Luciano Arruga

Para encontrar a Luciano Arruga hicieron falta cinco años en los que funcionarios judiciales, estatales, policiales no hicieron anda para encontrarlo, todo lo contrario: encubrieron a los asesinos. Fue hallado en el cementerio de la Chacarita, como NN y muere atropellado en la General Paz mientras huía de la Policía. «No cambió nuestra denuncia sobre el accionar de la Bonaerense. Luciano no cruzó por motu propio la Gral Paz esa madrugada», señalo su hermana Vanesa Orieta.

El cuerpo de Luciano apareció un 17 de octubre, el mismo día que Santigo, y ¡vaya si son paradojales estas fechas de tanto dolor! del año 2014.

Su aparición fue utilizada para montar una teoría de que Luciano había muerto en un accidente de tránsito, intentando desviar y encubrir a los verdaderos responsables materiales de la muerte del joven: la Policía Bonaerense, y los responsables políticos que no solo no movieron un dedo para que la investigación avanzara sino que fueron cómplices de la desidia de no dar a conocer la identidad del cuerpo de ese joven que años después se encontró en el cementerio de Chacarita.

La firme denuncia de su hermana, su madre y organismos de lucha por los derechos humanos, logró desenmascarar dicha teoría y mantener la denuncia de este caso emblemático que dejó a la luz un perverso mecanismo de la Policía para reclutar jóvenes y hacerlos delinquir para ellos, al punto de desaparecer a Luciano por negarse a hacerlo. Los ocho policías imputados en el causa siguen impunes.

¿Alguien puede creer, como en el caso de Santiago, que Luciano cruzaría de ese modo la General Paz, de noche, por su propia voluntad, como pretenden hacer creer que Santiago se metió al rió helado porque quiso?

Prefecto Héctor Febrés

El genocida de la prefectura Héctor Febrés apareció muerto en las instalaciones de la Prefectura Naval Argentina Zona Delta donde se hallaba detenido, el 10 de diciembre de 2012. Estaba acusado por cerca de 300 casos de torturas y homicidios, incluidas las desapariciones de las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet.

Fue reconocido por sobrevivientes de la ESMA, entre ellos Carlos Lordkipanidse, integrante de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, quien lo señaló como el responsable del «sector 4 que tenía a su cargo los cuartos de interrogatorio y la huevera, donde daban a luz las detenidas. El grado de responsabilidad del prefecto Febres incluía integrar el selecto circuito de oficiales que tomaban la decisión sobre la vida y muerte de personas liberadas o ejecutadas», señaló Lordkipanidse.

Durante el juicio a los represores de la Esma, en el que Myriam Bregman fue abogada querellante, es que aparece muerto. El cuerpo fue entregado a la familia con el diagnóstico de paro cardio-respiratorio sin lesiones evidentes. “Pusimos un perito de parte y demostramos que le habían hecho ingerir cianuro”, señaló la abogada, recientemente electa a legisladora de la Ciudad de Buenos Aires por el Frente de Izquierda. En la primera evaluación no daba señales de ninguna agresión y podía haber muerto “naturalmente”, sin embargo la intoxicación por cianuro fue la causa y se reveló en la autopsia.

El represor murió impune, poco antes de declarar. Según consta en la causa que Febrés opinaba que la Armada lo había entregado al Poder Judicial como un “perejil”, según declaran sus allegados. También está demostrado en el expediente que Febrés estaba amenazado por la Armada y estaba seriamente resentido, y existía el riesgo de que “hablara” y pusiera en riesgo a represores de la Marina u apropiadores de los niños nacidos en la ESMA. Lo cierto es que nadie creyó que tomara el cianuro por gusto ni por sus propios medios. Pero todos los miembros de la Marina actuaron encubriendo el hecho. Razones no les faltaban para no quererlo vivo y declarando.

Como se ve en este caso, la víctima no sólo puede ser pobre, joven y activista. A veces el “manual” sirve para saldar también alguna “interna”.


Franco Casco

Franco Casco viajó a Rosario a visitar a su tío. La noche del 6 de octubre del 2014 Franco tenía que tomar el tren que lo traía a Buenos Aires. Nunca subió al tren porque personal de la comisaría 7ma lo secuestró. Su cuerpo apareció el 30 del mismo mes flotando en el Río Paraná. Con ese mensaje macabro de la Policía santafesina pretendió borrar los golpes, las torturas y la desaparición forzada de Franco. Fueron veintitrés días de calvario para la familia del joven de 20 años en los que tuvieron que soportar las humillaciones del Poder Judicial, la Policía y el Estado, todos responsables de la desaparición y muerte de Franco.

Nadie creyó que Franco se estaba bañando en el Paraná y por eso se ahogó. Nadie creyó la primera autopsia amañada, encubridora y parcial, realizada por el Instituto Médico Legal, que dio por resultado la ausencia de heridas. Por eso, siguieron luchando y junto a organismos de derechos humanos, organizaciones sociales y políticas y familiares de otros casos de gatillo fácil, lograron que se realice otra autopsia en la que se determinó que fue torturado hasta morir y arrojado al río. Hoy luego de tres años de lucha, treinta policías están procesados por la desaparición forzada de Franco.

Verdad y justicia

La desaparición y muerte de Santiago Maldonado puede verse en el espejo turbio de estos casos que señalamos y hasta el momento, a más de 80 días de su desaparición forzada luego de la represión de Gendarmería en la Pu Lof Cushamen, encaja en lo que podemos llamar manual de operaciones para el crimen y el encubrimiento estatal, para ocultar los hechos reales tal como se dieron, al margen de las particularidades de cada uno de los casos señalados. Eso no lo cambia una autopsia, como no lo cambió en ninguno de los casos nombrados, porque ninguno murió producto de sus propias acciones sino de las de las fuerzas de seguridad. Ninguno fue abandonado, sino desaparecidos y/o asesinados.

Digamos finalmente, que al día de hoy todo lo hecho por la Gendarmería y las demás fuerzas de seguridad que actuaron luego, por el Ministerio de Seguridad, por el Poder Judicial y el Estado, en el caso de Santiago Maldonado, todo lleva al encubrimiento de su desaparición y su muerte, y nada de lo que hemos venido denunciando desde este Diario ha sido refutado.

No vamos a parar hasta que haya justicia y verdad por Santiago Maldonado, por eso este 1° de noviembre, volvemos a salir a las calles en todo el país.

POR Gloria Pagés
LA IZQUIERDA DIARIO

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