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FURIA EN LA ROSADA POR LOS DICHOS DE MICHETTI Y CARRIO





Interna sin fin: Furia en la Rosada por los dichos de Michetti y Carrió



Las tildan de “incontrolables” y a la vice la ven aislada y sin contención. El debate por el aborto derivó en crisis interna en Cambiemos. También hay enojo con Lospennato. La líder de la CC no perdona a Monzó. Lipovetzky se queja de prebendas. ¿Se retira “el obispo” De Estrada?  

La última intervención pública sobre el tema fue de Elisa Carrió, que reapareció después de varias semanas de silencio. “Nunca entendí cómo llegamos a esa sesión. Yo lo llamé (a Mauricio Macri), me dijo: ‘A mí me dijeron que se iba a ganar’, es decir que iba a ganar el ‘no’. Cuando me enteré de la verdad, me di cuenta de que hubo un error casi de ingenuidad en creer que esto se maneja”.

La confesión, brutal –como de costumbre- de la líder de la Coalición Cívica en el programa de Joaquín Morales Solá, en la noche del lunes, había estado precedida por un asado abundante en el Círculo de Legisladores, en el barrio porteño de San Cristóbal. Una suerte de catarsis colectiva de los diputados del oficialismo que habían perdido la votación por la despenalización del aborto, la mañana del jueves 14 de junio.

Carrió descargó su bronca contra Emilio Monzó, a quien siempre valoró, especialmente por el destacado trabajo del dirigente peronista en acercar posiciones entre la diputada y Macri, allá por el 2014, cuando nadie creía en esa alianza. “No me dio la palabra”, volvió a machacar Lilita frente a decenas de diputados. Fue Nicolás Massot, uno de los principales laderos de Monzó, el que recogió el guante. Intentó defender a su jefe.

A esa altura de la noche, de todos modos, y más de quince días después del debate que quebró al bloque de Cambiemos, la sangre ya había llegado al río. Era lo único que había buscado evitar la Casa Rosada. La insinuación de Carrió de que el Presidente habría sido engañado en el trámite que divide a Cambiemos terminó en una desmentida matinal del jefe de Gabinete, Marcos Peña.

Pero el ruido venía de antes. El domingo, Gabriela Michetti tiró más leña al fuego. “No tenía intención de militar en el tema aborto; lo hice para equilibrar los tantos”, explicó en el diario La Nación. Cuando el periodista Gabriel Sued le preguntó por su postura frente al aborto en casos de violación, la vicepresidenta, que reemplaza a Macri cuando éste no está en el país, fue tajante: “Yo no lo hubiera permitido, lo dije claramente siempre, lo podés dar en adopción, ver qué te pasa en el embarazo, trabajar con un psicólogo, no sé”.

“¿Hacía falta?”, se preguntaban el lunes en el primer piso de la Casa Rosada, donde trabajan los principales funcionarios del Poder Ejecutivo. Ni Santiago de Estrada, el secretario de Culto del Gobierno que madura su retiro por estos días, a quién desde hace años apodan “el obispo” por su fuerte vínculo con el ala conservadora de la Iglesia, había ido tan lejos. Michetti volvió a sacar pus de un grano que apareció como una molestia en el seno de Cambiemos y que en medio de la crisis económica amenaza con volverse crónico. Una crisis política inesperada.

El lunes, en las oficinas de la Jefatura de Gabinete comparaban a Michetti con Carrió. “Es incontrolable”, se quejaban en relación al derrotero de la vicepresidenta que terminó cuestionando la legislación vigente, al rechazar la interrupción voluntaria del embarazo en casos de violación. Un comentario para todos innecesario. Peña apenas atinó a decir que lo de la vice eran “opiniones personales”.

No es, sin embargo, la primera frase desafortunada de Michetti, y es probable que tampoco sea la última. Hace rato que la ven desorientada. No tiene red de contención, y no integra ninguna de las mesas de decisiones que el Gobierno renovó en los últimos meses tras el resquebrajamiento del modelo económico de Macri.

En mayo del año pasado, cuando le consultaron por la baja en el consumo de leche, Michetti comparó el producto con un bien de lujo. En abril del 2016, había dicho que “la droga mata a los pobres igual que a la gente normal”.

Los desatinos de la vicepresidenta, que supo ser la dirigente más destacada del PRO cuando apenas era un partido vecinal y María Eugenia Vidal no había salido a la cancha, ubican a la mesa chica de Macri frente a un dilema a la hora de armar la fórmula presidencial con la que el Presidente buscará su reelección, el próximo año. Michetti había sido, hasta ahora, la preferida de Jaime Durán Barba, el gurú estrella de la Casa Rosada. Hoy casi nadie la menciona como opción.

El desconcierto michettista volvió a aparecer justo en el tema que más incomodó a la coalición de Gobierno en su fuero interno.  El activo rol de Silvia Lospennato en favor de la despenalización del aborto tampoco había caído bien en el sector más conservador del Gobierno, es decir en la mesa chica de Macri. El jefe de Estado, su jefe de Gabinete, Marcos Peña; la gobernadora María Eugenia Vidal y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, están abiertamente en contra del proyecto de ley que se discutirá el 8 de agosto en el Senado. Que la diputada haya compartido partidos de la selección de fútbol con la opositora Victoria Donda fue leído como una exageración innecesaria.

Macri no había tenido mejor idea que recibir hace poco más de una semana, a solas, sin comunicado ni foto oficial, a Lospennato, para muchos, “su diputada preferida”, más allá de su posición frente a esta ley. Fue después de que el senador Federico Pinedo la retara en Twitter.

Tuvo que intervenir Peña: horas después de esa reunión, ideó un encuentro de Macri con las diputadas Carmen Polledo, Marcela Campagnoli y Gabriela Burgos, tres de las más activas militantes en contra del aborto, para equilibrar la balanza. Tampoco hubo foto ni gacetilla, pero Polledo se encargó de ventilar que el Presidente había ratificado su posición “a favor de la vida”. La mañana de la votación en Diputados, en contacto telefónico con algunos de los principales dirigentes de la cúpula del PRO, Peña había pedido contener al bando perdedor.

El lunes, horas después de la entrevista de Michetti, la senadora Gladys González, históricamente en contra de la despenalización del aborto, sorprendió con una carta en la que se definió a favor del proyecto que se discute en el Senado y explicó su cambio de postura. “Como senadora nacional debo sancionar leyes para toda la población”, escribió en su cuenta de Twitter medio día más tarde de los dichos de la vicepresidenta. González había hecho campaña junto a Vidal y al senador Esteban Bullrich, aliado de Michetti en la férrea postura antiabortista.

Laura Alonso, titular de la Oficina Anticorrupción, posteó después del reportaje de la vicepresidenta que parecía “por momentos que estábamos en la Edad Media”.

La grieta por el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo se coló incluso en el seno de la Coalición Cívica: Juan Manuel López, el único de los diez diputados de la CC que votó a favor de la ley, sufrió el escarnio privado de Carrió.

Una inesperada crisis política que exacerbó posiciones, que el Gobierno impulsó y que cuando se desmadró se declaró prescindente. Y que, aunque intenten negarlo, divide más al oficialismo que cualquier variable económica.

BORDER PERIODISMO

PUBLICADO EN LANUEVACOMUNA.COM

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