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MEMORIA & DDHH

Falleció Mirta Baravalle, una de las fundadoras de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo

Jugaban al Scrabble. Quien perdía debía cebar el mate. Esa noche, el 27 de agosto de 1976, la rutina se rompió cuando hombres armados irrumpieron en la casa saltando desde los techos. Buscaban a su esposo, que trabajaba en el frigorífico. Por un instante, Mirta creyó que el peligro había pasado, pero volvieron. Se llevaron a su hija, embarazada de cinco meses, y a su yerno. Desde ese momento y hasta sus últimos días, Mirta Acuña de Baravalle no dejó de buscarlos. Fundadora de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, murió a los 99 años, con la esperanza de reencontrarse con su nieto o nieta.

Ese día, Ana María Baravalle estaba radiante. Su médico la había felicitado porque el embarazo avanzaba bien. Tenía 28 años, estudiaba sociología y trabajaba en el Ministerio de Hacienda. “Era una luchadora por la vida”, decía su madre. Estaba casada con Julio César Galizzi.

Tras el secuestro de Ana María y Julio César, lo primero que hicieron Mirta y su esposo, Romildo Baravalle, fue dirigirse a la comisaría. Luego acudieron a la iglesia de Lourdes, en Santos Lugares, para pedir una misa por su pronta aparición. Fue entonces cuando Mirta comenzó a notar que había otras personas desaparecidas.

Recorrió sin descanso regimientos, comisarías y cárceles. Visitaba la prisión de Devoto todos los días. Logró lo imposible: que le permitieran entrar en Campo de Mayo para preguntar si su yerno estaba allí, pues pensaba que no habría mujeres en ese lugar. En una de sus muchas visitas al Ministerio del Interior, conoció a otras mujeres en su misma situación.

A inicios de 1977, mientras salía caminando de la Casa de Gobierno con otra señora, se sentaron en un banco de la Plaza de Mayo. La mujer, que sacó unas agujas y comenzó a tejer, le susurró: “Ahí vienen” al ver acercarse a unos militares. Esa mujer era Azucena Villaflor de De Vincenti.

“Si somos muchos, (Jorge Rafael) Videla tendrá que darnos una respuesta”, le dijo Azucena a Mirta. Así, comenzaron a convocar a familiares de desaparecidos para reunirse el 30 de abril en la Plaza de Mayo. Mirta fue una de las catorce mujeres presentes aquel sábado.

Para entonces, Mirta no solo buscaba a su hija y a su yerno. Ya sabía que había nacido su nieto o nieta, a quien Ana María deseaba llamar Camila si era niña o Ernesto si era niño. En enero de 1977, alguien visitó su casa para informarle que los tres estaban bien y que el bebé había nacido.

–Creo que hay otras abuelas– le comentó un día Beatriz Aicardi de Neuhaus cuando iban a tomar el subte en Callao. Fue así como ambas contactaron a María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani y otras mujeres que también buscaban a niños nacidos en cautiverio o pequeños que habían sido llevados junto a sus padres.

Mirta ya buscaba a otros bebés incluso antes de la creación de Madres y Abuelas. Con María Eugenia “Mari” Ponce de Bianco, redactaron un hábeas corpus, de rodillas sobre una cama, para pedir por Clara Soledad Ponce, la sobrina nieta de Mari, quien fue restituida en abril de 1977 tras pasar dos meses en la Casa Cuna.

Mari organizó una misa en la Iglesia de la Santa Cruz para celebrar que habían encontrado a la niña. Mirta, quien no solía frecuentar la parroquia, decidió asistir. Allí conoció a un joven rubio que decía tener un hermano desaparecido, pero no le inspiró confianza, pues recomendaba a los familiares investigar los antecedentes políticos de los desaparecidos.

–No me gusta– le dijo a Mari Ponce de Bianco.

El tiempo le dio la razón. Aquel joven era Alfredo Astiz, oficial de la Marina, quien delató a Mari, a Azucena y a Esther Ballestrino de Careaga. Las tres Madres fueron secuestradas en diciembre de 1977, llevadas a la ESMA y arrojadas vivas al mar.

En los primeros tiempos tras el secuestro, Mirta no lograba dormir. En sus sueños, veía a su amiga Mari encerrada en una celda. La tragedia volvió a golpearla en junio de 1978. Mientras Argentina estaba paralizada por la final del Mundial contra Holanda, Romildo, el esposo de Mirta, sufrió un infarto. En medio de los festejos, ella salió desesperada a buscar ayuda. Unos hombres lo cargaron en un camión hacia el hospital, mientras los bocinazos se confundían con los de la celebración.

Mirta permaneció en Abuelas de Plaza de Mayo hasta fines de los 80, siempre cercana a “Chicha” Mariani. Luego se dedicó de lleno a su activismo en Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora. Disfrutaba de la fotografía y documentaba todas las marchas en las que participaba. Era inseparable de Norita Cortiñas, quien falleció en mayo de este año.

“Mi cuerpo ya está cansado”, le confió tiempo atrás a Myriam Bregman. Pasó casi la mitad de su vida buscando aquello más preciado, lo que la dictadura le arrebató a ella y a otras mujeres.

La despedida a Mirta será este sábado de 16 a 19 en el hall del Municipio de San Martín, partido en el que residía. Partió con muchos abrazos reservados para Camila o Ernesto. En una entrevista con la Biblioteca Nacional, contó que su mayor ambición era poder relatar a su nieto o nieta quiénes fueron sus padres y seguir luchando por el país que ellos soñaron.

Con información de Página 12

Publicado en lanuevacomuna.com

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