Una serie de explosiones que afectaron dispositivos electrónicos en Líbano y Siria la semana pasada ha expuesto una preocupante evolución en la guerra híbrida, donde incluso la tecnología cotidiana puede ser adaptada para usos bélicos. Cerca de tres mil buscapersonas y un centenar de walkie talkies estallaron luego de haber sido modificados con explosivos plásticos y detonados mediante un software remoto, que recalentó las baterías hasta causar su explosión simultánea.
Este incidente destaca la fragilidad de los dispositivos digitales, como los teléfonos móviles, frente a ataques a distancia, y plantea interrogantes sobre la seguridad de las tecnologías que utilizamos a diario. Los ciberataques y las operaciones encubiertas han escalado a un nivel en el que aparatos aparentemente inofensivos pueden convertirse en armas letales sin necesidad de explosivos físicos.
La operación fue vinculada al Mossad y la Unidad 8200 de las Fuerzas de Defensa de Israel, quienes habrían estado detrás del desarrollo de estos ataques. Según informes, el Mossad detectó un pedido de dispositivos a la empresa taiwanesa Gold Apollo por parte de Hizbolá en Líbano. Estos aparatos fueron fabricados en Israel, trasladados a Budapest y luego enviados a Beirut, donde fueron intervenidos para convertirlos en armas de destrucción remota.
El caso subraya los crecientes desafíos que enfrentan las naciones en términos de ciberseguridad y soberanía digital. Las redes de vigilancia y control que operan a nivel global no solo recopilan datos para propósitos comerciales, sino que también son utilizadas en guerras encubiertas que buscan influir en poblaciones y desestabilizar a gobiernos. Países como Brasil, Estados Unidos y la Unión Europea han comenzado a tomar medidas para proteger sus infraestructuras digitales y regular los contenidos, en un intento por mantener el control sobre sus soberanías tecnológicas.
Expertos en ciberdefensa, como Glenn Gerstell, ex consejero de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, han advertido sobre el peligro de que los dispositivos conectados a internet puedan ser usados como armas en el futuro. Frente a esta realidad, es fundamental que los gobiernos adopten regulaciones más estrictas para proteger a sus ciudadanos y a sus infraestructuras tecnológicas de esta creciente amenaza.
La Nueva Comuna