Nuestras tierras, en sus entrañas, han sabido guardar aquellos elementos que civilizaciones anteriores usaban en forma cotidiana para diversas actividades.
Las piezas que les mostramos aquí, todas de piedra, fueron rescatados por Gregorio «Chingue» Lambrecht mientras araba en un campo, a la vera del Rio Quequén, hace ya algunos años.
Hoy son exhibidas en la Veterinaria de Eduardo Laiolo (su esposa Marcela Lambrecht es sobrina de Gregorio).
Hay varios tipos de morteros, algunos con un redondo perfecto y otros que quedaron en formación.
También se pueden observar a los martillos de los morteros de diferentes tamaños, tallados de manera certera para que puedan ser agarrados de un extremo y con una base bien plana para moler y triturar.
Las bolas perfectamente redondas, son boleadoras, también tienen en formación lo que se denomina «garganta» que es por donde la sostenía el tiento de cuero.
La bola grande que pesa exactamente 1 kilo (balanza electrónica y ni un gramo más o menos) es lo que llamaban «bola perdida». Era sujetada por un tiento más grueso y se utilizaba para «derribo por golpe», según Laiolo que se dedicó a averiguar sobre estas piezas.
Otra observación que debe hacerse con estos elementos es que la piedra utilizada no es del lugar donde se encontraron. Posiblemente sean de las sierras cercanas (actualmente La Numancia, San Manuel o Tandil).
Lo otro hallado por Lambrecht son tres huesos, de una cadera, posiblemente de algún tatú carreta, perfectamente petrificados.
Tanto el Médico Veterinario Eduardo Laiolo como su esposa Marcela Lambrecht consideran muy apropiado que puedan observar y estudiar estos elementos profesionales especialistas en el tema.
JNFNet
Publicado en lanuevacomuna.com