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EL PRIMER HOTEL DE QUEQUEN



El hotel de don Ildefonso Altuna

El recordado balsero supo que con la llegada del puente su negocio tenía los días contados y compró un terreno en el que construyó el primer hotel de Quequén
Por Carlos A. Galván – Colaboración
Según consta en su certificado de bautismo  firmado por el cura  párroco José Francisco de Utaegui (Parroquia de San Martín), Ildefonso Altuna nació un 23 de enero del año 1885 en la  villa de Aztigarreta, provincia de Guipuzcúa, Obispado de Victorica, San Sebastián (España).
Corría el año 1896 y con apenas once años de edad, Ildefonso Altuna  viajó solo desde la villa donde había nacido hasta Quequén (1); llegó a estas tierras cuando los habitantes que soñaban con la fundación del pueblo podían contarse con los dedos de las manos.
El 29 de agosto de 1921, contrajo matrimonio con Beatriz González, en la Iglesia  Nuestra Señora de la Merced del pueblo «Ciudad de Quequén».  Fueron sus hijos: Irma, Marta, Paulina, Juan, Américo e Ildefonso (h).
Altuna, un hombre de actuación sobresaliente en el desarrollo de esta incipiente sociedad, fue «El balsero» en una época donde cruzar el río era una odisea y cuando consideró realidad la construcción de un nuevo puente 500 metros río arriba del original que había sido destruido por una inundación, comprendió que la balsa estaba pronta a desaparecer.
Ildefonso, emprendedor y visionario, no se quedó con los brazos cruzados y adquirió en el año 1921 a Doña Carmen Bullosa de Zanata un lote de tierra  de 50 metros de frente a calle 47 San Martín (hoy 558) x 60 metros por calle 18 Coronel Benito Machado (hoy 519), para dar inicio a la construcción del primer hotel restaurante que se abriría en el pueblo.
Este complejo estaba ubicado frente a la plaza principal del centro (Hipólito Irigoyen), la que en esos años tenía su perímetro exterior cercado con alambre que hacía imposible la entrada de los animales sueltos, como era costumbre verlos en esa época, sólo los vecinos tenían la posibilidad de disfrutarla o cruzarla caminando, pudiendo entrar  por las esquinas donde existían molinetes que permitían hacerlo.
 
El hotel
Cuando el Hotel Euskalduna fue abierto al público, el moderno complejo construido sorprendió a la sociedad en su conjunto. Contaba con amplia cocina, siete habitaciones, restaurante, sala de billares con despacho de bebidas y salón comedor, ambos separados por un tabique portátil, de manera que cuando éste fuera retirado, quedara habilitado un amplio salón donde podrían llevarse a cabo las futuras tertulias familiares, bailes populares o simplemente para que prestara servicio como salón de fiestas.
También tenía una cancha abierta de pelota a paleta baska (trinquete) y dos canchas para el juego de bochas.
Había en el hotel un área cerrada  con bebederos y depósito con  pienso para los caballos de los huéspedes que decidieran quedarse pocos días; los que venían por un largo período (temporada de veraneo), podían llevar los animales a una quinta con una casona de dos pisos propiedad de  Ildefonso Altuna,que se hallaba ubicada una cuadra más adelante, frente al río, donde tenía como ayudante a Norberto González (hermano de la que mas adelante sería su esposa),que oficiaba de cuidador y sereno del servicio de cruce del río y al que llamándole a gritos cuando alguien necesitaba cruzar, se encargaba de transportarlo a la orilla opuesta hasta en plena noche.
Con el tiempo, en el salón de fiestas actuaron los artistas que llegaban desde Buenos Aires a representar sus obras de teatro; todo un lujo para esa época.
Una de las compañías mas importantes que regularmente lo visitaba era la de «Lamas-Mayol» (familiar del que años mas  tarde sería el conocido y famoso galán de cine Fernando Lamas), que arribaba en su auto importado con el que salía a recorrer las calles del pueblo haciendo su propia propaganda.
No es fácil imaginar lo importante que debe haber sido en ese tiempo poder descansar en un hotel de esas características, estar presente en los encuentros jugados entre los mejores pelotaris de la zona, compartir reñidos partidos de bochas, hermosas de noches de gala o disfrutar de los conocidos elencos de teatro llegados desde la Capital, todo ello sin moverse del lugar. Lo garantiza el hecho que durante los años que permaneció abierto el hotel, hubo un pensionista permanente, Don Esteban Murgui, propietario de un campo de la zona; pese a que él afirmaba que entre las muchas razones de su estadía permanente, la principal era la buena atención del personal (familiar), en especial de Raúl Larrondo, un excelente mozo que en el comedor era capaz de recomendar los mejores platos de la cocina casera que se servían.
Por culpa de una gripe mal curada y  no dejar de trabajar en el hotel, Ildefonso Altuna contrajo pulmonía. Ni las cataplasmas, ni las ventosas, lograron recuperarlo, y luego de luchar dos días  por su vida, falleció el 27 de mayo de 1941.
Cuando la familia fue a pagar las costas del servicio fúnebre, ya lo había hecho efectivo un grupo de vecinos. Esto habla del cariño y el respeto que la gente profesaba por este hombre.
Esto es historia pasada y toda historia merece ser escrita para que no sea olvidada, para que las juventudes venideras las conozcan y los de la guardia vieja la revivan. Es una forma de conocer nuestras raíces, afirmar la identidad de los pueblos, y demostrar amor por la patria chica.///
 ECOS DIARIOS
(1)  «El mas ancho» voz tehuelche
(2) Historia recopilada gracias a los hermanos Irma e Ildefonso Altuna (h), de 90 y 79 jóvenes años respectivamente

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