El pastor que entregó su vida a los pobres y cambió la iglesia riojana
La vida del religioso está plagada de gestos que lo revelan como un sacerdote entregado al acompañamiento de las luchas populares.
Su lema fue: «con un oído puesto en el Evangelio y otro en el pueblo». Si bien no formó parte del movimiento de los curas tercermundistas, Enrique Angelelli fue protagonista de las luchas obreras y barriales de Córdoba y La Rioja. La dictadura cívico militar no le perdonó la vida y, poco después de instalarse como máquina represiva en el Estado, el 4 de agosto de 1976, su garra llegó hasta el cura en una ruta de La Rioja. Ayer, la justicia reconoció lo que desde hace más de 30 años afirman los organismos de Derechos Humanos: que ese accidente de tránsito fue en realidad un asesinato.
El obispo de la Iglesia Católica, Enrique Angelelli, nació el 17 de junio de 1923 en Córdoba, y se ordenó como cura en 1949, a sus 26 años. Su sotana era vista en sucesivas visitas a las villas miserias de la capital cordobesa. El 12 de marzo de 1961 recibió la consagración episcopal y desde entonces, los domingos la Catedral comenzó a llenarse de obreros y gente humilde. Desde ese lugar, fue parte de los conflictos gremiales que llevaron adelante los trabajadores de IME- Industrias Mecánicas del Estado, Municipales y Fiat. No duró mucho. El poder eclesiástico cordobés lo marginó a capellán de las adoratrices españolas de Villa Eucarística, en las afueras de la ciudad.
En 1965 el cardenal Raúl Primatesta restituyó a Angelelli como obispo auxiliar, y le permitió volver a su trabajo pastoral de contacto directo en los barrios y pueblos del interior provincial. En 1968 fue designado por Pablo VI, al frente del obispado de La Rioja. De esta manera, era desplazado de su provincia natal. Sin embargo, Angelelli asumió su nuevo obispado con el espíritu de ser «un riojano más» y desde el inicio visitó instituciones, comunidades, barrios y poblados de esa provincia.
Angelelli no tenía vocación de dirigente. Era un hombre humilde hasta la exageración.
El libro Como los nazis, como en Vietnam del periodista riojano, Alipio Eduardo Paoletti, publicado en 1987, dio cuenta de su vida y obra: «Angelelli cambió la iglesia riojana y conmovió hasta la raíz la sociedad de la provincia. Atrajo a su pastoral a sacerdotes, monjas y laicos que buscaban el camino para sumarse a las luchas del pueblo desde su misma condición de religiosos y cristianos; apoyó todas las reivindicaciones populares; colaboró en la organización de trabajadores, campesinos, artistas e intelectuales, mujeres, jóvenes y viejos. Y aunque no lo quería, sus actos lo convirtieron en un dirigente de masas, en el verdadero sucesor de los caudillos populares de La Rioja del siglo pasado. Sin impostaciones ni afectaciones de ningún tipo. Angelelli no tenía vocación de dirigente. Era un hombre humilde hasta la exageración, piadoso e ingenuo aún cuando tenía una fortaleza moral y un rigor intelectual que pocas veces se conjugan en una persona del sector social que fuere. Concebía su papel en la sociedad como la que cumple la levadura en la masa. Y su pastoral, más allá de las diferencias políticas, ideológicas y filosóficas que se pudieran mantener con él, apuntaba directamente al corazón mismo de todos los problemas: hacer tangible, real, concreta, accesible, la justicia para fundar la paz», describió el autor.
Si bien la dictadura intentó ocultar su crimen, los organismos de derechos humanos nunca bajaron los brazos hasta conseguir justicia. Hoy sus palabras todavía resuenan: “Liberando todo el hombre y a todos los hombres de la explotación y la enajenación”.
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