El presidente Javier Milei promueve un modelo económico basado en la agroexportación, una estrategia que tuvo su auge hace más de un siglo. Sin embargo, este esquema no solo es inviable en la Argentina actual —donde el sector agrícola ha visto reducida su participación en el Producto Bruto Interno por razones estructurales—, sino que además es una tendencia en declive a nivel global. “El agro pasó de explicar más del 20 por ciento del PIB argentino a mediados de la década de 1930 a menos del 10 por ciento en lo que va del siglo XXI. Entre 1930 y 1970 esto se explica por el mayor dinamismo relativo de la industria. Desde 1970 los servicios ganaron cada vez más peso en el PIB”, señala un informe de Argendata Fundar.
En su discurso en Expoagro 2025, Milei reivindicó el modelo agroexportador como la clave del crecimiento económico en el pasado, minimizando la relevancia de la industria y exaltando las virtudes del sector rural. “En el centro de esa era dorada, como gran protagonista y motor de esa prosperidad sin precedentes, estaban los productores agropecuarios tirando del carro. Eran las épocas del modelo agroexportador: un término que fue transformándose en peyorativo, a medida que el país se fue hundiendo en la miseria, gracias a la llegada del modelo nefasto de la justicia social. Esto no fue casualidad, el plan sistemático de saqueo al campo fue deliberadamente completado con su demonización por parte de la política, a la vez que se comenzó a instalar la distribución forzosa de la riqueza como un acto de justicia”, afirmó el mandatario.
Argentina sigue siendo un actor clave en la producción de alimentos a nivel global, con un sector agroindustrial competitivo. En 2021, el país se ubicó entre los diez con mayor superficie cultivada y en 2022 mantuvo su posición entre los principales productores de cultivos, carne bovina y aviar. No obstante, la agroindustria ha ido perdiendo peso relativo dentro de la economía nacional, desplazada por otros sectores que han crecido con mayor velocidad en las últimas décadas.
Según un análisis de los investigadores Franco Antonio Mendoza y Kevin Corfield, el agro pasó de representar más del 20 por ciento del PIB argentino en la década de 1930 a menos del 10 por ciento en el siglo XXI. Mientras que entre 1930 y 1970 este declive se debió a la expansión industrial, desde 1970 fueron los servicios los que ganaron protagonismo. “Sin embargo, en las últimas décadas, la importancia relativa del sector agropecuario en la economía argentina se ha ido reduciendo y el sector ha experimentado más recientemente una pérdida de protagonismo frente a otros mercados internos y externos”, detallaron los especialistas.
Actualmente, la participación del agro y la pesca en el PIB argentino ronda el 7 por ciento, una cifra superior a la media mundial (4 por ciento) y muy por encima de la de los países de altos ingresos (1 por ciento), donde la industria y los servicios dominan la economía. En comparación con otros países de la región, Argentina tiene un peso agropecuario similar al de Brasil y Colombia, mayor que el de Chile, pero menor que el de Bolivia y Paraguay.
No obstante, la actividad agropecuaria no puede verse de forma aislada, ya que forma parte de una cadena de valor que involucra tanto a la industria como a los servicios. Un ejemplo claro es la vitivinicultura: la vid es un cultivo agrícola, pero su transformación en vino requiere procesos industriales como maceración, fermentación y prensado, además de servicios como logística y comercialización. “Si en lugar de ver sólo los eslabones agropecuarios, lo pensamos en términos de cadenas agroindustriales, encontramos que la participación en el PIB en 2021 llega al 12 por ciento, cinco puntos más que el 7 por ciento que alcanza el sector agropecuario solamente”, destacó el informe de Fundar.
La reducción del peso del agro en la economía no es un fenómeno exclusivo de Argentina, sino parte de un patrón global. A medida que los países se desarrollan, la industria y los servicios ganan protagonismo. En una primera etapa, el crecimiento se apoya en la producción manufacturera y sectores como la construcción y la extracción de hidrocarburos. Luego, a medida que las sociedades avanzan, los servicios toman la delantera, abarcando desde el comercio hasta el transporte y las actividades profesionales. “Cuando las sociedades se vuelven más ricas, empiezan a demandar relativamente más bienes y servicios. Estos cambios hicieron que el agro perdiera participación dentro del PIB en las distintas regiones del mundo”, concluye el informe.
Sin embargo, en la visión de Milei, Argentina debería convertirse en una economía de enclave, basada en la exportación de materias primas y la apertura irrestricta de mercados para la importación de bienes manufacturados. Una apuesta que, lejos de modernizar el país, intenta regresar a un esquema económico que perdió vigencia hace décadas.
La Nueva Comuna