Con medidas como el cambio de nombres en edificios públicos y la eliminación de símbolos icónicos del peronismo y el kirchnerismo, el gobierno libertario ha dejado clara su prioridad: hacer “desaparecer” a figuras como Perón, Evita y Néstor Kirchner. “Fin”, resumió el vocero presidencial Manuel Adorni en un posteo. Estas acciones, ahora organizadas como un plan sistemático, buscan borrar su legado de la memoria social. Según el historiador Hernán Brienza, este proceder recuerda al de la Revolución Libertadora de 1955, que actuó “con estrategias planificadas” para suprimir al peronismo, ahora transformadas en política de Estado. El filósofo Ricardo Forster señala que estas prácticas son “muy propias de las nuevas derechas, que intentan modificar las subjetividades colectivas”. Para la historiadora Araceli Bellota, detrás de estas decisiones subyace un modelo económico y social autoritario «cuya máxima expresión institucional es el juicio político contra Cristina Fernández de Kirchner».
Especialistas consultados por Página/12 analizan este fenómeno y alertan sobre los paralelismos históricos. “Es ingenuo pensar que al borrar un nombre se elimina a una persona y su historia. Esto roza la censura, ya que la intención de desaparecer al otro refleja un animismo histórico que no funciona así”, sentencia Brienza. Forster agrega que esta “batalla cultural” es un elemento característico de los totalitarismos, que buscan cambiar nombres para alterar la percepción colectiva. “Rebautizar el CCK como Edificio Libertad o retirar un busto de Néstor Kirchner no son acciones aisladas, sino gestos que marcan el rumbo simbólico de esta cruzada”, explica.
La historiadora Bellota traza una línea histórica que conecta estas acciones con la proscripción del peronismo en 1955. “La mal llamada Revolución Libertadora tenía el objetivo de desperonizar a la Argentina. Esto es un calco: cambiar nombres, retirar monumentos, perseguir dirigentes y, al mismo tiempo, empobrecer al pueblo”. También señala que la eliminación del busto de Néstor Kirchner del patio del ex Ministerio de Agricultura o la propuesta de demoler el edificio del exministerio de Desarrollo Social, donde están las icónicas imágenes de Evita, son ejemplos de esta política.
Reescribir el pasado y el presente
“La estrategia de imponer un relato único es una constante histórica del liberalismo conservador”, sostiene Brienza. Como ejemplo, menciona la demolición de la quinta de Rosas tras la batalla de Caseros, reemplazada por la Avenida Sarmiento. Algo similar ocurrió con el Palacio Unzué, convertido en la Biblioteca Nacional, o el hospital infantil Warnes, abandonado por la Libertadora y ocupado luego como vivienda precaria. Según Brienza, esta política responde a la necesidad de eliminar al «otro» para que no interfiera en el relato oficial.
Forster destaca que este gobierno pretende borrar el pasado para anular cualquier legado de justicia social vinculado al peronismo. “Eliminar nombres y símbolos tiene un impacto profundo en la memoria social, y su ausencia refuerza la narrativa de quienes ostentan el poder”, sostiene el filósofo.
El legado que persiste
“La historia siempre es un campo de disputa, y los nombres y símbolos son esenciales para construir conciencia política”, enfatiza Forster. En este contexto, Villarruel también busca negar la responsabilidad genocida de la última dictadura, según el filósofo. Bellota concluye que este intento de desperonización enfrenta una resistencia histórica: “Ni en los momentos más oscuros lograron borrar al peronismo. Hoy, el desafío es similar, pero el espíritu de resistencia sigue vigente”.
Con información de Página 12
Publicado en lanuevacomuna.com