Evidentemente, los datos arriba de la mesa no eran los esperados.
Fue un lunes de caras largas. El interino reunió primero a la mesa chica y después a sus íntimos. Los cruces fueron y vinieron, reproches, facturas, cuestionamientos y arrepentimientos… Algunos miraron a Ricardo Calcabrini, otros a Ana Asa.
«¿Por qué no se caminaron los barrios?» preguntaron tardíamente. «¿Cómo fue posible lo que pasó?». «¿Las encuestas previas no nos daban bien a la lista 2» dijeron en voz alta pero no hubo respuestas.
Se referían a un sondeo de opinión realizado semanas atrás por el oficialismo, desde las propias oficinas del primer piso. La encuesta telefónica daba una intención de voto de 12 mil votos a la lista de Asa, mientras que a la lista de Juan Larrea, apenas 2 mil.
Esa estrategia también incluía la segunda etapa. Se especulaba con que el Frente Social consideraría bajar la lista de Larrea para octubre a cambio de algunos puestos en el ejecutivo. El FPV, de esa manera, caminaría unido para la elección.
Pero la realidad fue bien diferente: la mitad de lo esperado para la oficial, el doble para la colectora.
El cuadro de hoy muestra un futuro sombrío. Un sector del FPV tiene la pesadísima mochila de una administración municipal que tiene el hospital de paro, que no tiene dinero para pagar el aumento a los profesionales de la salud, que no puede arreglar las calles intransitables de la ciudad y ni siquiera para pagar la nafta de los patrulleros. El otro sector, en cambio, no tiene nada que perder y todo lo que coseche es ganancia pura.
Se dice que en la discusión hasta hubo un amague de renuncia al cargo en el ejecutivo de la propia Ana Asa.
