Una expedición científica española ha identificado por primera vez en la Antártida emisiones significativas de metano, un gas con un impacto climático hasta 30 veces mayor que el del dióxido de carbono (CO₂). Estas filtraciones, que emergen del lecho marino en forma de columnas de gas, podrían suponer un riesgo considerable si alcanzan la atmósfera en volúmenes elevados.
El hallazgo fue realizado por un equipo de geólogos a bordo del buque Sarmiento de Gamboa, quienes detectaron burbujas de metano ascendiendo desde el fondo oceánico a lo largo de 700 metros. La investigación, liderada por Ricardo León y Roger Urgeles, llevaba semanas rastreando la región en busca de estos escapes, cuya existencia hasta ahora solo había sido hipotética.
El metano se encuentra atrapado en el subsuelo marino en forma de hidratos, estructuras cristalinas similares al hielo que permanecen estables bajo temperaturas frías y alta presión. No obstante, el progresivo derretimiento de la capa de hielo antártica está modificando estas condiciones, facilitando la liberación del gas al océano.
Según los científicos, el área analizada alberga cerca de 24 gigatoneladas de carbono en forma de hidratos de metano, una cantidad comparable a las emisiones globales de CO₂ de dos años. Si el metano logra escapar a la atmósfera, podría intensificar el calentamiento global y desencadenar un efecto de retroalimentación climática de difícil contención.
Liberación de metano y riesgos geológicos
Este fenómeno está vinculado al llamado rebote posglaciar, que ocurre cuando la retirada de los hielos reduce la presión sobre la superficie terrestre, provocando el levantamiento del lecho marino y la fractura de sedimentos. Estas grietas permiten la liberación del metano en forma de burbujas a través de formaciones geológicas submarinas, incluidas estructuras volcánicas de fango de gran tamaño.
Además del impacto climático, los expertos advierten sobre otro riesgo: la inestabilidad del fondo marino. Cuando los hidratos de metano se transforman en gas, su volumen se multiplica por 160, lo que puede provocar deslizamientos submarinos a gran escala.
Los científicos comparan este proceso con el deslizamiento de Storegga, ocurrido hace unos 8.150 años en el Ártico. En aquel evento, el colapso del fondo marino liberó una enorme cantidad de energía, generando tsunamis con olas de hasta 20 metros que afectaron las costas del norte de Europa.
Un fenómeno a seguir de cerca
Aunque el descubrimiento es preocupante, aún no se ha determinado cuánta cantidad de metano está alcanzando la atmósfera. Por ahora, las burbujas detectadas parecen disolverse en el agua a unos 150 metros de profundidad, pero el aumento de la temperatura oceánica podría acelerar su ascenso y liberación a niveles más altos.
En los próximos meses, los investigadores analizarán las muestras recogidas durante la expedición para evaluar la magnitud del fenómeno y sus posibles repercusiones a largo plazo. Mientras tanto, el hallazgo de estas fugas en la Antártida añade un nuevo motivo de alerta sobre el cambio climático, reforzando la necesidad de medidas urgentes para frenar el calentamiento global.
La Nueva Comuna