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MEMORIA & DDHH

De sitio de memoria a bar de gin: El Faro de Mar del Plata y el negacionismo

En el marco de un nuevo 24 de marzo, resurge la controversia por la concesión de un sector del Faro de Mar del Plata para la instalación de un bar de gin, una decisión que muchos consideran un intento de banalizar la memoria histórica.

Este aniversario del inicio de la última dictadura cívico-militar en Argentina, que marcó 49 años desde el golpe de Estado, no pasa desapercibido. Se trata del segundo 24 de marzo bajo la presidencia de Javier Milei, cuya administración ha sido fuertemente criticada por su postura negacionista. Además, es el primero desde que el Concejo Deliberante de Mar del Plata aprobó la cesión de parte del Faro de la Memoria, un ex centro clandestino de detención y tortura, para un emprendimiento gastronómico. Esta iniciativa fue impulsada por el intendente del PRO, Guillermo Montenegro.

La coincidencia no es casual: mientras el gobierno nacional difunde un video centrado en la acción de los grupos guerrilleros previos al golpe, diluyendo así la responsabilidad del terrorismo de Estado, en Mar del Plata se avanza con la privatización de un sitio histórico con argumentos que minimizan su pasado. Según se informó en redes sociales, las obras para el nuevo «bar de gin» comenzaron precisamente en esta fecha.

El Faro de la Memoria y su historia

Ubicado en la zona sur de Mar del Plata, dentro del predio de la Base Naval, el Faro de la Memoria fue uno de los espacios utilizados por la Armada como centro clandestino de detención y tortura durante la dictadura. Integraba el circuito represivo junto con la Base Naval y la Prefectura, donde fueron secuestradas y desaparecidas personas que resistían al régimen.

Actualmente, el Faro funciona como sitio de memoria, pero su preservación se vio amenazada desde el año pasado, cuando el municipio cedió parte del terreno a una sociedad de fomento, que a su vez lo entregó a una empresa privada para instalar el bar.

La iniciativa, promovida por Montenegro (PRO) y aprobada por concejales de su espacio junto con los de la UCR y La Libertad Avanza, generó una fuerte reacción de organismos de derechos humanos. Sus impulsores argumentaron que la parcela cedida «no tenía relación con la dictadura ni con los derechos humanos», pese a que registros de la Armada y la CONADEP indican lo contrario.

La controversia llegó a la Justicia, donde la denuncia contra los concejales fue desestimada con el argumento de que el predio donde se instalaría el bar y el Faro de la Memoria eran «espacios distintos». No obstante, para muchos, esta decisión representa un intento de avanzar sobre los sitios de memoria.

Organismos de derechos humanos, sobrevivientes y familiares de víctimas denunciaron que se trata de una estrategia para descontextualizar y trivializar un espacio clave para la verdad y la justicia. «Nos duele que en un lugar donde se ha torturado gente, se pueda saborear una copa de gin», expresó Ana Pecoraro, del Colectivo Faro de la Memoria.

Negacionismo desde el Estado

La concesión de parte del Faro de la Memoria no es un hecho aislado, sino parte de una política más amplia que apunta a debilitar la memoria histórica. Desde su asunción, el gobierno de Javier Milei ha reivindicado figuras de la dictadura, relativizado el número de desaparecidos y promovido la idea de que el verdadero problema de los años ’70 fueron los grupos guerrilleros, restando importancia al plan sistemático de represión y exterminio.

En este 24 de marzo, el gobierno nacional presentó un video que refuerza esta lógica, omitiendo la acción represiva del Estado y colocando en el centro del debate a Montoneros y el ERP, sugiriendo que la dictadura fue una consecuencia inevitable en lugar de un golpe premeditado.

El discurso oficial ya ni siquiera se ampara en la antigua «teoría de los dos demonios», que equiparaba a la guerrilla con la dictadura. Ahora se intenta instalar que la guerrilla fue el único «demonio», mientras que la dictadura fue un «mal necesario» para restaurar el orden.

Esta misma narrativa se replica en Mar del Plata, donde el intendente Montenegro relativizó la historia del Faro de la Memoria, ignorando la documentación que acredita su función como centro de tortura. Además, según denuncian desde distintos sectores, esta decisión responde a una lógica de negocios que el PRO ha aplicado de manera sistemática en diversas áreas.

Un 24 de marzo de resistencia en Mar del Plata

En este nuevo Día de la Memoria, Mar del Plata se convierte en uno de los escenarios más representativos de la necesidad de recordar y resistir. Este año, las movilizaciones no solo exigen justicia por los 30.000 desaparecidos, sino que también denuncian la entrega del predio del Faro. «No es solo un bar, es un intento de borrar nuestra historia», advierten los organismos locales.

La resistencia a esta política de amnesia histórica no se limita a Mar del Plata. En Buenos Aires y en todo el país, miles de personas marchan para reafirmar el compromiso con la memoria. En un contexto donde el negacionismo avanza con respaldo institucional, la lucha por recordar y defender los espacios de memoria se vuelve más urgente que nunca.

A 49 años del golpe, el desafío ya no es solo cómo recordamos el pasado, sino cómo lo protegemos frente a los embates del presente.

La Nueva Comuna

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