AGUAFUERTES AMBIENTALES
CRISIS URBANAS: PRIVILEGIOS E INEQUIDADES
«el apetito por la ganancia rápida contribuye a la presente concentración de
edificios altos,…y es dañina desde el punto de vista del bienestar público.
De manera que mirando más de cerca…., se recibe una impresión más clara de
la devastación urbana.» Lewis Mumford (1)
Estas reflexiones se basan en situaciones localizadas en la ciudad de Santa
Fe, en torno a la insuficiencia, empobrecimiento y obsolescencia de
servicios básicos, como electricidad, agua, cloacas y desagües, sobre todo
en la época estival, los que se acrecientan y se acrecentarán con los años.
No obstante su origen localizado, las mismas pueden servir de parámetro para
el análisis de cualquier situación conflictiva de ciudades o localidades del
país y de países con similares gestiones gubernativas.
Consecuencia de ello, en la agenda mediática se han instalado temas como:
crisis energética, inundaciones pluviales, desbordes cloacales y falta de
presión y caudal de agua, que reclaman ingentes partidas en su atención y
que afectan fundamentalmente a los sectores de menores recursos, que por lo
general, ni siquiera son beneficiarios de un servicio de calidad.
Como todo depende del cristal con que se mire, creo, que la crisis no es de
los servicios, sino que la crisis es de gestión urbanística, de falta de
planificación, de construcciones y uso del suelo irracionales,
insustentables y en beneficio de los sectores de mayor capacidad económica,
en desmedro del resto de la comunidad.
Se ha hecho costumbre proclamar en el plano internacional, que los problemas
sociales y ambientales deben ser afrontados por los responsables de los
mismos, y no por el conjunto de la humanidad.
Esa correcta posición, no guarda correlato con la realidad nacional o local,
ya que en lo interno, también hay responsables de calamidades, que casi
nunca se hacen cargo de las consecuencias dañosas de su accionar.
IMPACTOS DE LAS CIUDADES
Existe acuerdo científico, que las ciudades pese a ocupar sólo el 2% de la
superficie terrestre y contener al 50% de los seres humanos, contribuyen
casi al 70% de los gases de efecto invernadero (GEI), que provocan el cambio
climático, incrementando las temperaturas medias entre 3 y 6 grados.
Este cuadro origina un círculo vicioso, que dispara todas las demandas,
provocando el colapso de todos los servicios, en especial los de energía y
provisión de agua, exigiendo mayores gastos e inversiones en el
sobredimensionamiento de la infraestructura, los que recaen sobre toda la
comunidad.
Dentro de esta problemática, los edificios en altura, tienen un impacto
avasallador en lo ambiental, ya que se estima que los mismos a nivel mundial
y sin duda local, consumen en promedio el 60% del total de la energía, 25%
del agua potable, 40% de los recursos naturales y son responsables del 40%
de las emisiones de CO2, 30% de los desperdicios sólidos y 20% del agua
contaminada.
A partir de estas cifras, fácilmente se puede concluir que un sector
minoritario de la población de nuestras ciudades, provoca un impacto
superior al resto de los habitantes, pero que casi nunca asume los costos,
ya que los externaliza a toda la comunidad, la que debe hacerse cargo de los
mismos sin recibir, en la generalidad de los casos, sus ventajas.
Agravando el despilfarro energético, estas montañas de cemento, a la par que
frenan los vientos de superficie, absorben y retienen gran cantidad de
calor, que en forma constante liberan al entorno durante la tarde-noche,
incrementando las temperaturas mínimas de la época estival a niveles
récords.
Esto lleva a que la amplitud térmica entre temperaturas mínimas y máximas,
se vean reducidas a su menor expresión.
La vieja costumbre de salir a la vereda (más allá de la inseguridad), o
sentarse en el patio, a la tardecita, a tomar fresco, ha desaparecido por la
fuerza de estas perturbaciones.
A CONFESIÓN DE PARTE, RELEVO DE PRUEBAS
En una nota en el vespertino El Litoral, 19-02-12, con el Secretario de
Planeamiento Urbano de Santa Fe, Arq. Eduardo Navarro se vislumbra un tímido
reconocimiento de esta situación: «En cuanto a las falencias que podrían
ocasionar en los servicios tantas torres nuevas concentradas en el
microcentro y zonas adyacentes a los bulevares, Navarro dijo que desde hace
un tiempo mantiene reuniones con las empresas que prestan los servicios de
agua, cloaca y energía en la ciudad, y «han empezado a sincronizar sus
planes de obras con las líneas hacia donde crece la ciudad». Para el
funcionario, «el área central es la mejor servida y la que tiene mejor
tensión eléctrica y presión de agua». Sin embargo, «puede llegar a presentar
algún problema en las cloacas porque en algunos lugares las cañerías tienen
diámetro reducido y requieren muchas reparaciones».»
Queda claro en la nota, que el área central (de los edificios) es objeto de
privilegio por parte de las empresas prestadoras de los servicios de agua y
electricidad, pero al momento de establecerse los onerosos aumentos en las
tarifas, el mismo recae con igual fuerza sobre los vecinos (de menores
recursos) de los barrios que viven padeciendo cortes (supuestamente
programados) de agua y luz en horarios picos, lo que incide negativamente en
su calidad de vida.
Este trato, a todas luces injusto e inequitativo, pone en un pie de igualdad
a víctimas y victimarios, permitiendo que estos últimos se aprovechen del
esfuerzo de todos.
No es un secreto para nadie que toda ciudad al aumentar su población,
demanda mayores servicios, pero el irracional uso del suelo, la falta de
planificación y gestión del crecimiento urbano y el incremento de la
densidad de personas por Km2, la dispara aún más. Lamentablemente en la
solución del problema, pagan justos por pecadores.
Aunque se intente mostrar una cara distinta, vía construcción de playones o
caminos de penetración en algunos barrios, queda claro, que por lo general
los estados municipales han desertado de la planificación urbana igualitaria
y justa, renunciando su rol a favor de las corporaciones de la construcción
y el negocio inmobiliario, que son quienes establecen las reglas de juego en
base a su fabulosa rentabilidad y capacidad económica.
Tampoco extraña que en esta suerte de dejar hacer,…dejar pasar…, se canten
loas a la inversión inmobiliaria, por parte de fondos, que en muchos casos,
su origen es incierto y que son subsidiados injustamente por los sectores
que menos tienen y que nunca gozarán de los beneficios.
La dirigencia política, rara vez se anima a ponerle coto a los mercados o al
poder económico corporativo, algunas veces porque no puede, otras porque no
sabe y muchas por cuanto quiere ser parte de esos sectores, aunque la
parafernalia discursiva diga todo lo contrario. No sólo los dirigentes
sindicales se vuelven empresarios.
Existen funcionarios que tienen debilidad por los negocios inmobiliarios,
prohijando todo emprendimiento en dicha dirección.
En torno a estas anomalías, vienen al caso y cobran valor las siguientes
afirmaciones: «Las zonas que necesitan el control más estricto tienen el
mínimo control, desde que la densidades de población levantan el valor de la
tierra y esto, a su vez demanda aun mayores densidades». (2)
«Por desgracia hay enormes intereses creados para hacer de la naturaleza un
infierno, y se gana muy poco dinero –en realidad nada- con dejar las cosas
tal como están. De manera que es fácil ver cuál será el lado que pierda en
un país dominado por el concepto venal de una economía siempre en expansión.
La destrucción de la vecindad y la mala construcción puede ser organizada
con fines de lucro». (3)
«Hilera tras hilera de grandes prismas o torres, crean un ambiente pobre.»
(4)
«Los departamentos de gran altura, están lejos de constituir progreso.
Cuando se descuidan cuestiones más esenciales, este tipo de modernismo y de
urbanismo superficial, resulta un sarcasmo. Estos planificadores necesitan
dirigir una mirada lúcida hacia las necesidades, deseos y esperanza del
hombre y de la mujer actuales, y encontrar fórmulas que resuelvan estas
necesidades en toda su diversidad.» (5)
La Coordinadora Ciudadana de Defensa del Territorio (Esp.) expresa: «La
especulación urbanística es un problema de estado: se trata sin lugar a
dudas de un problema social, medioambiental y cultural grave del país. Nos
encontramos ante un hecho histórico: nunca en la historia había tenido lugar
una ocupación del suelo tan extrema y con impactos ambientales sin
precedentes, que generan desigualdad, segregación y precariedad, una
sociedad y un territorio desestructurados, destruyendo señas de identidad
esenciales del paisaje y la cultura que es remplazada por el hormigón y el
modelo estandarizado y globalizado de una cultura de masas ultraliberal. Se
trata del mayor expolio social, medioambiental y cultural de la historia.
Por su parte Ecologistas en Acción (Esp.) dicen: «La especulación
urbanística se está convirtiendo en el principal problema ambiental y
social, ya que está destruyendo de forma irreversible nuestro recurso más
preciado, el suelo, agravando otros problemas ambientales, como el aumento
de la demanda del agua, el deterioro del paisaje, provocando un alarmante
aumento de la corrupción.»
Tampoco nadie parece acordarse, que en la mayoría de los casos las obras de
infraestructura de servicios fueron pagadas con mucho esfuerzo por lo
frentistas, mediante el sistema de contribución de mejoras, que ponderaba
para el canon; los metros de frente, superficie del lote y metros
construidos, y que hoy son aprovechados por los nuevos emprendimientos sin
contraprestación alguna.
Por último, lo dejo para que lo piense y me despido hasta la próxima
Aguafuertes.
Citas: 1.- La Carretera y la Ciudad, Mumford, Lewis, Emecé, Pag. 142/143
2.- Op. Cit., Pag. 150
3.- Op. Cit., Pag. 285/286
4.- Op. Cit., Pag. 301
5.- Op. Cit., Pag. 48
Ricardo Luis Mascheroni
Docente e Investigador Universitario
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