Una reciente publicación de CELAG DATA basada en cifras oficiales del Fondo Monetario Internacional (FMI) al 31 de marzo de 2025, volvió a poner el foco en la magnitud de la deuda externa de Argentina. El dato es tan claro como alarmante: Argentina es el país que más dinero debe al FMI en todo el mundo.
Una deuda que no tiene comparación
Según los datos del propio FMI, Argentina debe 63.986 millones de dólares. El segundo país en la lista es Ucrania, con 14.992 millones, en plena guerra con Rusia. La comparación es elocuente: Argentina debe más de cuatro veces lo que debe Ucrania, a pesar de no estar atravesando un conflicto bélico.
Más atrás en la lista aparecen Egipto, Ecuador, Pakistán, Kenia, Angola, Costa de Marfil, Ghana y Bangladesh. Todos estos países comparten una característica común: son economías del Sur Global que atraviesan situaciones económicas frágiles, con alta inflación, conflictos internos o dependencia estructural del financiamiento externo.

Por qué Argentina está tan endeudada con el FMI: Macri y Milei
En los últimos años, la deuda con el FMI ha condicionado cada aspecto de la política económica argentina. Desde los acuerdos firmados durante el gobierno de Mauricio Macri hasta los compromisos asumidos por las administraciones siguientes incluído el actual de Javier Milei, el país ha quedado atado a las metas fiscales y monetarias impuestas desde Washington.
Esto ha generado consecuencias concretas: ajustes presupuestarios, caída del poder adquisitivo, aumento de la pobreza y un malestar social creciente. En muchos sectores sociales, se percibe que Argentina se ha convertido en una suerte de “laboratorio” del FMI, donde se prueban recetas ortodoxas que han fracasado en otras partes del mundo.
¿Qué significa ser un laboratorio del Fondo?
La expresión no es casual. Cuando se dice que Argentina es un laboratorio del Fondo, se hace referencia a la aplicación sistemática de políticas impuestas desde el exterior, sin contemplar las particularidades sociales y económicas del país. Estas recetas suelen incluir:
- Reducción del gasto público
- Congelamiento o recorte de salarios y jubilaciones
- Aumento de tarifas y eliminación de subsidios
- Reforma laboral y flexibilización
- Privatización de activos estatales
Estas medidas, lejos de generar estabilidad, profundizan la desigualdad y la dependencia, generando una mayor concentración de la riqueza y debilitando la soberanía nacional.
Un dato que interpela
Este gráfico no es simplemente una estadística financiera: es una fotografía de la fragilidad estructural de muchas economías periféricas frente a los organismos multilaterales de crédito. En particular, el caso argentino se ha vuelto paradigmático por su nivel de exposición y por el impacto social que tienen las políticas del FMI en la vida cotidiana de millones de personas.
El endeudamiento, lejos de ser un tema técnico, afecta el precio del pan, el valor del alquiler, el acceso a medicamentos y hasta la posibilidad de conseguir un trabajo. En definitiva, condiciona la vida.
La deuda no es solo económica, también es política y social
El enorme endeudamiento de Argentina con el FMI no puede analizarse únicamente desde la lógica contable o financiera. Es un tema político de primer orden, que define el rumbo del país y sus márgenes de soberanía.
Cada vez que el Fondo desembolsa dinero o evalúa los números fiscales, hay decisiones de fondo que afectan a jubilados, trabajadores, estudiantes y familias enteras. Por eso, la pregunta sigue abierta:
¿Hasta cuándo Argentina va a ser el laboratorio de un modelo que no soluciona los problemas de fondo, sino que los agrava?
La Nueva Comuna