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A LA FIFA NO LA DETIENE NI LA GUERRA DE UCRANIA

El fútbol es un negocio groseramente corrupto, como lo demuestran las investigaciones del FBI que desembocaron en el FIFAgate y la designación de Qatar como sede de la edición 2022.»En medio de la guerra recuperó el sueño mundialista», fantaseaba la bajada.

«Ucrania no se rinde», decía el título.

«En medio de la guerra recuperó el sueño mundialista», fantaseaba la bajada.

Y la primera frase de la crónica era: «atacando sin miedo…».

Con su ya enfermiza práctica del periodismo (más que nunca) de guerra el Olé made in Clarin G. Magnetto intentó vender un canto épico uniendo la tragedia en que está sumido el pueblo ucraniano con la euforia que pudo originar el grito de gol de los compatriotas que viven en el exterior y los pudientes (en todo sentido) que han logrado escapar, disponen de las 150 libras esterlinas que costaba una butaca en Hampden Park, Glasgow, y en vísperas de un tiempo de miseria creyeron que ir a ver el partido era un buen destino para ese dinero.

Cabe corregir tal desafío seudoperiodístico.

Corrección 1 – A Ucrania no la dejan rendir. Washington y los cuentapropistas de la OTAN mantendrán erguida hasta las últimas instancias la estatua de barro de Volodímir Zelensky.

Entre mediados de abril y fines de mayo Estados Unidos «suministró más de 50.000 millones de dólares en ayudas», encomilla Página 12, cifras cuya publicación ha sido autorizada, pero que distan de las genuinas.

Se ignoran datos de la venta de armas, siempre clandestina, que no ha cesado.

Los envíos proceden de Polonia (incluidos tanques de diseño ruso), República Checa, Eslovenia, Alemania, Bélgica, Noruega, Inglaterra y Canadá.

Corrección 2 – En una guerra que comenzó hace 3 meses, sin que asome un final a la vista, hay un único sueño rescatable: llegar a un acuerdo de paz.

Participar o no en el mundial será una anécdota y sólo se recordarán el 1 o el 5 de junio (fechas de los partidos con Escocia y Gales) porque ese día nació Yure Levchenko o habrá muerto Danylo Semenyuk.

El fútbol es un negocio groseramente corrupto, como lo demuestran las investigaciones del FBI que desembocaron en el FIFAgate y la designación de Qatar como sede de la edición 2022.

Corrección 3. Todo indica que los jugadores ucranianos no habrán sentido miedo cuando Oleksandr Zinchenko iniciaba un avance, tampoco si le quitaban la pelota, una de las razones por las que vencieron a Escocia.

Otra es la realidad que enfrentan los soldados que luchan defendiendo la bandera azul y amarilla; los habitantes de Kiev, que temen nuevos bombardeos, o los de cualquier aldea de una ignota óblast (región), digamos Zaporiyia, ante la amenaza de la ocupación por parte de las tropas rusas.

Al tramposo manejo de la información de Olé aporta su grano de pus la agencia EFE, que osa titular «Fútbol terapéutico» su juicio sobre los conjeturales efectos de la asistencia de 2.200 ucranianos al match de Glasgow.

Para muchos de ellos fue una catarsis renovar las esperanzas de participar en el mundial, delira la crónica no firmada.

Si para emerger de tan esforzada catarsis y tener idea del número de víctimas fatales de la guerra de uno y otro bando se recurre a las fuentes oficiales de Ucrania la respuesta es invariable: «son más de 30.000 los muertos de los ejércitos rusos».

Sólo el propio Zelensky menciona bajas ucranianas: la invasión ha segado la vida de 243 menores, subraya.

El viernes 3 las acciones de The Walt Disney cerraron a 110,87 dólares, 1,68 % más que el día anterior.

La guerra en Ucrania también cotiza y entre bueyes, también en las praderas de Wall Street, no hay cornadas.

Las transmisiones deportivas en general y el fútbol en particular de espectáculos de Europa y Estados Unidos para la televisión argentina han sido copadas por ESPN y Fox Sports, empresas pertenecientes a Disney. N

o fue excepción el partido Escocia-Ucrania. Como en otras emisiones de ESPN en un ángulo superior de la pantalla se leía «No a la invasión», mensaje político, cuasi subliminal, del gigante de la industria del entretenimiento contra la posición de Rusia.

Dado que entre ESPN y Fox sumaban el 64 % de las transmisiones – una suerte de monopolio – se intimó a Disney a concretar una desinversión o transmitir en forma regular por tevé abierta un partido de Boca Juniors o River Plate.

Esta última alternativa fue rechazada.

Tras largas dilaciones, más de un año, se dijo que Fox había sido vendida a la firma española MediaPro (sí, señor, Pro con P mayúscula, p de prótesis, de próstata y de ProBullrich, o sea con una browning 9 mm. escondida en la bota).

Aunque el monopolio al que apuntó Disney al incorporar a Fox en 2019 configuró una invasión, de ahí el auxilio con sabor a rol de testaferro de MediaPro, el «No a la invasión» suele presidir la pantalla, en Wembley y en Roland Garros.

Un abismo separa humana, éticamente a las figuras del barón Pierre de Coubertin, creador de los Juegos Olímpicos, y Jules Rimet, que impulsó los mundiales de fútbol, de los cartoneros Jean-Marie Havelange, Joseph Blatter y Gianni Infantino, vulgares explotadores del negocio futbolístico.

El adjetivo cartonero fue usado por Diego Maradona para descalificar a Mauricio Macri, miembro de la misma casta, hoy no casualmente enyuntado con Infantino.

Ese abismo acaso sea una vía de acceso a una realidad que demanda pronto abordaje: a partir de 1894 en olimpíadas y desde 1930 en el profesionalismo futbolístico, hay antecedentes de que una guerra francamente declarada – como la que tiene por escenario a Ucrania -, todo tipo de atentados o expresiones masivas de extrema violencia han justificado suspender la actividad. A 6 meses del próximo campeonato de fútbol a realizarse en Qatar, mientras crece en intensidad la guerra en Ucrania, la FIFA de Infantino ha resuelto sancionar a Rusia eliminando a su selección del certamen y al Spartak Moscú de los torneos de clubes.

Procesado por la justicia suiza por mantener reuniones secretas con Michael Lauber, fiscal general de la nación helvética, a cargo, precisamente, de investigar episodios de corrupción registrados en FIFA en el proceso de elección de sedes para los mundiales 2018 y 2022, Infantino fue al pie de la OTAN y además dio una declaración que suena a naif: «paren la guerra, que la gente se una, conviva en paz y festeje».

La presión de Estados Unidos y sus socios europeos se ha hecho sentir prácticamente en todas las disciplinas deportivas.

En la Copa Davis los tenistas rusos sólo pueden competir si renuncian a verse representados por la bandera y el himno de su país.

Similar discriminación se les han aplicado a los atletas rusos en básquet, voley, rugby, boxeo, ciclismo, hockey, remo, ping pong, natación, tiro, esquí… y el hasta colonizador badminton, «mobile qual piuma al vento».

Resulta sorprendente la actitud de Henry Kissinger, quien sostiene que para evitar una desestabilización aún más profunda, causada por una eventual derrota «humillante» de Rusia, habría que cederle territorios en disputa, formalmente el control de la península de Crimea e informalmente parte del Donetsk.

Pasó casi medio siglo desde que aquél «cóndor en su cúspide bravía» fogoneara y respaldara sin tapujos a los genocidas Videla y Pinochet, a los que erigió en baluartes de la lucha contra el comunismo, días en que mereció el premio Nobel de la Paz 1973.

Hoy, a meses de convertirse en el único instigador de crímenes de lesa humanidad al que algún dios parece habilitar para ser centenario (acaba de cumplir 99 años), ¿habrá que creer que a Kissinger lo angustia una imprevista derrota humillante de Rusia?

¿O bastará tararear la letra del bolero: «senil llegaste a mí como la tentación»?.

Los juegos olímpicos fueron el paso previo a los mundiales de fútbol.

El barón de Coubertin (1863-1937) era firme cultor de la doctrina del cristianismo muscular, tendiente a alcanzar la perfección espiritual por el deporte y la higiene.

La sola enunciación de tan noble y aún romántico objetivo arrancaría ruidosas carcajadas de Havelange, Blatter, Infantino y Macri.

El sueño de Coubertin de organizar las olimpíadas se concretó recién en 1894 y quedó institucionalizado en 1906.

Chocaba con la oposición de Inglaterra y Alemania, y carecía de recursos económicos, pero impulsó una suscripción popular y logró que Francia emitiera una serie de sellos postales con su proyecto como beneficiario.

Coubertin luchaba contra el racismo, pero más allá de que era barón con b, una debilidad marcaba su espíritu: no concebía que la mujer practicara deportes. «Su misión es ponerle guirnaldas a los vencedores», decía.

El abogado francés Rimet (1873-1956) fundó un periódico republicano y antimonárquico, escribió poesía y tocaba el piano.

Y había más: su pecho lucía dos condecoraciones de su país: la Legión de Honor y la Cruz de Guerra, y fue candidato al Nobel de la Paz.

Pero su pasión más encendida era el fútbol.

Mediocre jugador, como dirigente colaboró en la creación de la FIFA (1904) y consiguió que en 1930 comenzara a disputarse el campeonato mundial.

La copa en juego llevó su nombre entre 1946 y 1970.

En 1966 fue robada y un perrito de la calle, Pickles, la encontró en un baldío de las afueras de Londres.

Rimet le brindó cucha y comida vitalicias.

«Así se pudrió la FIFA», es la denuncia de google que encabeza el comentario de la gestión de Havelange (1916-2016).

Men sana in corpore sano, rezaba un lema de la época en que los deportes, en especial el fútbol, evolucionaban ajenos al propósito de lucro, sólo guiados por la calidad y la belleza del juego, y las ambiciones de gloria de los jugadores.

El ingreso del fútbol a la historia universal de la infamia – no la de Borges, pura ficción – se produjo, sí, por obra del dirigente brasileño.

Hijo de un traficante belga de armas estudió derecho, pero optó por dedicarse al mismo, lucrativo comercio de su padre.

Hasta que se fijó como meta la transformación de la FIFA.

En fundamental alianza con el peruano Teófilo Salinas, que acaparó los votos de Asia y África a cambio de la garantía de que sus selecciones participarían en los mundiales, venció a Stanley Rous en elecciones irregulares.

Alcanzado el poder necesitaba respaldo financiero, que le proveyó Horst Dassler, hijo del propietario de Adidas, en sociedad con Patrick Nally, a través de la empresa ISL. Coca-Cola, Kodak, VISA, Budweiser y también Adidas fueron los sponsors inaugurales de un proyecto basado en el monopolio absoluto sobre un par de rubros: derechos de televisión y venta de publicidad estática en estadios y las ropas de los jugadores.

La fiebre consumista sin fronteras, movilizada por la fervorosa condición de ser hincha de un club, hace que la venta de camisetas – es permanente el especulativo estreno de nuevo modelos -, tanto de un equipo o un jugador (Maradona, Messi) se eleve a cifras inconcebibles.

En 2021 se vendieron casi 3 millones de las distintas camisetas de Boca Juniors. Mientras Havelange ofició de emperador (1974-1998) se instituyeron los torneos juveniles (1977) y se fomentó el fútbol femenino desde 1991.

Lo sucedió Blatter(1936), que continuó la línea de Havelange y debió enfrentar la quiebra de ISL (2001), cuando tenía una deuda con FIFA de 1.600 millones de dólares.

Havelange fue investigado por la justicia brasileña por tráfico de armas y drogas, y pago de sobornos, y accedió a un oscuro retiro.

Blatter cajoneó el affaire ISL.

Son harto conocidas las turbias negociaciones que concluyeron con la designación de Qatar como sede del mundial 2022, cuna del Fifagate que basado en investigaciones del FBI terminó con la plutocracia de 14 años encabezada por Blatter y Michel Platini, suspendidos por 8 años para ejercer funciones públicas.

Se comprobó la compra de votos por 100.000 dólares y hasta se verificó, rasgo sofisticado, que se había usado una obra original de Pablo Picasso como gentil retribución de manos qanónimas a las del crack del fútbol francés.

Ya en condición de sede, la familia Al Thani, que gobierna Qatar desde el siglo XIX, se dedicó a armi almanzil min alnaafidha (tirar la casa por la ventana en qatarí).

Han construido aeropuertos, estadios, líneas de transporte subterráneas y carreteras merced al sometimiento a las formas más precarias del trabajo esclavo de alrededor de 30.000 ciudadanos de Bangladesh, India y Nepal.

Contratistas que se han manejado con plena impunidad cobraron de 500 a 4.300 dólares por un puesto de trabajo que aseguraba un sueldo de 300 dólares.

Al llegar a Qatar el sueldo se reducía un 30 % y se pagaba con sensible retraso, mientras los trabajadores vivían hacinados y de ningún modo podían regresar a su tierra.

Demasiadas irregularidades son la corrupción en el trámite para su investidura como sede, la relación con países vecinos que acusan a Qatar de complicidad con grupos terroristas y la esclavitud a que condenan a trabajadores indefensos y estafados.

Con semejante clima cualquier barrabasada puede registrarse dentro y fuera de los campos de juego y las tribunas, léase atentados o manifestaciones de inusitada violencia y/o medidas ilegales en el arbitraje o el control antidoping (cómo olvidar el culebrón de las pastillas de efedrina que ingirió Maradona en Boston-1994 y el salto a la fama de la blonda enfermera Sue Carpenter, que lo llevó de la mano al muere).

Se recomienda ingerir con moderación una dosis de fútbol terapéutico siempre que sea recetada por el médico de cabecera, y como templo ideal para la catarsis, el bidet.

Nac & Pop

Publicado en lanuevacomuna.com

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