
Hace 27 años a las 00.15 hs Temblaba Ingeniero White
Se están cumpliendo 27 años de la segunda explosión en la Junta Nacional de Granos donde fallecieron 22 personas todos ellos empleados de la empresa que pertenecía al estado.
EXPLOSION DEL SILO 5
A las 0.15 del miércoles 13 de marzo de 1985 un incendio en el puerto dio inicio al infierno. Veintidós personas pagaron con su vida el hecho de trabajar en un ámbito sin las más elementales condiciones de seguridad.
Se cumplieron 27 años de aquel fatídico 13 de marzo de 1985, cuando una explosión hizo temblar los edificios del centro mismo de la ciudad.
Había estallado el Elevador 5 de la ex Junta Nacional de Granos en la terminal marítima de Ingeniero White, conformando el peor desastre en la zona portuaria de Bahía Blanca.
Los hechos que originaron la catástrofe del puerto whitense, con más de veinte víctimas mortales, fueron calificados como puramente accidentales.
Nunca en su historia el puerto trabajó tanto como aquel marzo de 1985. Los buques llegaban por cientos y la estadía era tan cara que todos pretendían cargar en el día.
Los obreros de la Junta Nacional de Granos no le eludían al trabajo y el silo 5 operaba durante 17 de las 24 horas del día, en dos turnos, desde las 7 de la mañana hasta pasada la medianoche.
El martes 12, el turno de las 16 ingresó a sus tareas advirtiendo que sería una jornada complicada.
Formados en ese ambiente de polvo, calor y semioscuridad, el viento en calma hizo que el polvo del cereal estuviese quieto, acumulado en el ambiente desde la mañana, con casi cien camiones esperando para descargar.
Tres días antes habían limpiado los ventiladores y el piso de distribución, pero cuando el polvo era tanto el sistema de ventilación no daba abasto.
Esa tarde Oscar Garbarino, encargado del taller, había entregado seis mascarillas a las tres personas que arreglaban un reedlers en los túneles de descarga: necesitaban usar doble protección para poder trabajar.
A las 11 de la noche el silo funcionaba a todo ritmo cuando el encargado decidió detener la noria 1 para evitar el sobrecalentamiento del motor. Su jefe le preguntó entonces si podía poner en marcha otra para no cortar el ritmo de carga. Se encendió entonces la 4, detenida, por idéntica razón, desde las 20. También la 3 estaba parada.
El silo 5, habilitado por la Junta en abril de 1971, tenía acopiadas esa jornada 50.000 toneladas de cereal, casi el 80% de su capacidad, y los empleados terminarían, en menos de una hora, su turno.
Fue entonces que la tragedia comenzó a tomar forma. Sobre la cabeza de noria del sector 3, una polea elevó de tal manera su temperatura que la cinta transportadora comenzó a emitir chispas mientras marchaba hacia la parte superior, donde el polvo en suspensión había alcanzado un rango explosivo ideal.
El encuentro de estos elementos inició el caos. Primero, una pequeña explosión y un principio de incendio. Segundos después, una serie de estallidos en cadena, cada vez más fuertes. En pocos minutos, el edificio se convirtió en una trampa mortal.
Los peritos de Bomberos, Prefectura y la Policía Federal no pudieron determinar nunca la causa fehaciente de la explosión. A la teoría de las chispas de la cinta transportadora se agregó el posible encendido de un fósforo y un desperfecto eléctrico. Pese a ello, aún hoy los sobrevivientes aseguran que todo fue producto de un atentado, como el ocurrido durante 1977, en el mismo lugar.
La primera explosión fue suave y generó un incendio. Felipe Ortiz, empleado de la Junta, llamó en ese momento a los electricistas, al advertir humo en las rejillas de la noria 3. Dos técnicos llegaron el lugar, subieron por el ascensor y apenas llegaron a la cabeza advirtieron la gravedad del asunto. «Rajemos que esto explota», gritaron.
Víctor Dozzo, a cargo del control, llamó a Julio Dipaul, encargado de planta, y le informó del incendio, aunque aseguró que enviando al bombero de turno sería suficiente. Cuando Dipaul se dirigía al sitio para estudiar la situación, una onda explosiva lo tiró cincuenta metros para atrás.
Desde su casa, Juan Mingarelli, empleado de la Junta y responsable de controlar la red de incendio, recibió un llamado de la planta. «Decíle a Aceituno que me espere, que salgo para allá», contestó. Cuando intentó abrir la puerta de su auto una explosión se lo impidió. El no lo sabía, pero el bombero Rubén Aceituno ya tenía heridas mortales.
Nadie en la planta pudo saber del fuego a través del mecanismo de emergencia: el Avisador de Incendios había sido retirado en 1983 para ser reparado.
A los pocos minutos algunos trabajadores comenzaron a salir corriendo del silo envueltos en llamas. Uno de ellos cae a los pies del oficial de prefectura Carlos Becker y le pide por favor que lo mate. Un camionero consigue agua y calma el dolor del hombre.
Las explosiones destruyeron la plataforma de descarga de camiones, el techo del túnel de embarque Nº 2 y las oficinas y salas de control. Silos y sobresilos se desmoronaron, aplastando todo lo que estaba abajo, seres humanos inclusive.
Minutos después los vecinos comenzaron a llegar al lugar. Allí trabajaban sus hijos, hermanos, esposos, amigos y padres.
Cinco puntos clave
1. Aquella noche de 1985 el silo 5 era una bomba de tiempo. Sin normas de seguridad, el último mantenimiento a las máquinas fue realizado dos años antes. Con el polvo en suspensión siempre a punto de explotar, la corriente trifásica estaba en contacto con el aire y los cables de electricidad corrían por las paredes. Las cintas de las norias estaban flojas y las lámparas incandescentes no tenían cubierta protectora.
2. A ese mundo entraban cada día, con la única protección de su piel y su alma, casi 80 obreros a trabajar a destajo. Hasta que esa noche de marzo de 1985 una chispa dio paso al horror.
3. Hoy, ante una tragedia de similares características, es muy posible pensar que la Justicia consideraría a la negligencia una falla grave. Entonces no lo hizo. A continuación se resumen las principales actuaciones:
4. Para Prefectura el accidente se podía calificar como «hipotético-accidental-previsible o culposo» y determinó que no existió «un atentado criminal».
5. En 1986 el juez Alcindo Alvarez Canale sobreseyó la causa sin procesar a persona alguna.
Las explosiones de 1977. No resulta casual que los sobrevivientes de 1985 estén aún hoy convencidos de que la explosión del silo fue producto de un atentado, sobretodo por los antecedentes.
El 4 de marzo de 1977 tres artefactos explosivos colocados en la zona de manipuleo de granos, destruyeron parte de la estructura y provocaron la muerte de Juan Osinalde.
El 10 de octubre del mismo año, el polvo acumulado explotó, matando a 3 personas, incluyendo dos oficiales de prefectura.